sábado, 31 de marzo de 2012

CAMBIA LA FORMA DE DECIR LAS COSAS...

     Cambia la forma de decir las cosas y hasta la verdad misma se transforma. Recuerda Ortega y Gasset que tan verdad era para un pagano de la antigüedad clásica decir que la Tierra era una diosa, como para un individuo moderno sostener que ella es un planeta. Diosa o planeta: referencias o verdades tan genuinas y representativas de su época la una como la otra. Nombrar es inseparable de la transformación de las palabras siempre deudoras de referencias temporales.

jueves, 29 de marzo de 2012

A LA PREGUNTA ¿QUÉ BUSCO AL ESCRIBIR?...

     A la pregunta ¿qué busco al escribir? Creo haber ido hallando, con los años, mi propia respuesta: escribo para expresar descubrimientos y curiosidades, para organizar comprensiones y enfrentar la confusión, para conjurar el natural desconcierto o el tedio. Escribo mucho más que para expresar el mundo, para reconocerme dentro del mundo colocándome al lado de mis curiosidades y comprensiones e inventando un cierto diseño para mi vida. Escribo porque escojo; porque me es imposible decirlo todo y escribir me enseña a no decir de más, tampoco de menos: sólo lo preciso, lo necesario. Escribir me enseña, pues, a callar. O lo que es lo mismo: escribir me enseña a valorar el silencio. Paradójicamente, quizá escriba porque aprendí a amar y, sobre todo, a entender el silencio. Escribo para comunicar curiosidades, comprensiones. Mi palabra es un monólogo que es, a la vez, diálogo incesante conmigo. Escribo porque me propondo dialogar con el mundo y con mi mundo; monólogo-diálogo con el que aferrarme a mi lucidez y a mis espejismos, a mis propósitos y a mis obsesiones. Escribo como una forma de decirme, de mostrarme, de inventarme. Escribo como un acto de preservación: frente al siempre precario y azariento afuera, conjuro con mis palabras el albur del día a día y me enfrento a lo amenazante o tedioso o reiterativo.

martes, 27 de marzo de 2012

CON LO TERRIBLE QUE PUEDA TENER PARA LOS HOMBRES LA IMAGEN DE LA MUERTE...

     Con lo terrible que pueda tener para los hombres la imagen de la muerte, ella pareciera resultar mil veces preferible a la opción de la inmortalidad. Una vida infinitamente prolongada, una muerte que nunca llega, es algo que los seres humanos hemos convertido en una de nuestras más espantosas pesadillas. Como alguna vez he comentado, ella se asocia, por ejemplo, con la imagen del vampirismo y los vampiros: siniestros seres de la noche, condenados por toda la eternidad a alimentarse únicamente de la sangre de sus víctimas. En otra grotesca imagen de la inmortalidad, entresacada esta vez de las páginas de la literatura universal, Los viajes de Gulliver, su autor, el escritor Jonathan Swift, ilustró con terrible ironía la parodización de una vida interminable. En un país al que Gulliver llega en sus muchos recorridos, existe una raza especial de seres: los inmortales. Seres que nacen con el signo de la eternidad escrito en sus cuerpos. Son individuos que jamás conocerán la muerte. Su sociedad acoge el nacimiento de cada nuevo inmortal como una terrible desgracia. La descripción que hace Swift de ellos es la contrapartida espantosa de cualquier ilusión de eternidad: seres miserables, condenados a arrastrar por todas las edades sus cuerpos en un inacabable proceso de deterioro. El peor castigo de los inmortales es, precisamente, el no morir, la agonía de su final sin fin.

lunes, 26 de marzo de 2012

EL OTRO EXISTE Y NOSOTROS FRENTE A ÉL...

     El otro existe y nosotros frente a él. El otro es mi horizonte. En él me reconozco o desconozco. En el contacto con el otro, surgen, rápidas, las diferencias. Mi máscara, su máscara; mis palabras, sus palabras; mi fuerza, su fuerza; mi espacio, su espacio. Nuestra vida va haciéndose sobre el recorrido interminable de una diferenciación que nos define. Ser yo es ser diferente. Coexistir es hacer de la individualidad discurso y máscara.

sábado, 24 de marzo de 2012

EL LABERINTO ACOMPAÑA...

     El laberinto acompaña percepciones de tiempos y circunstancias. Laberínticos pueden ser los diseños con que definimos nuestros espacios o el rumbo con que vislumbramos algunos itinerarios. Laberíntica es la derrota o el fracaso dibujando comprensiones y recuerdos. Laberíntica es la palabra detenida dentro del límite de la desesperación o del sinsentido. Laberíntico es el diseño que dibuja y postula la inexorable imposibilidad de logros, accesos y continuidades.

miércoles, 21 de marzo de 2012

AVANZO Y...


Avanzo y me limito. Cada nueva selección es un descarte: lo que escojo me apartará para siempre de lo que rechacé. Estrechamiento de linderos: una manera como cualquier otra de definir las experiencias y aprendizajes que voy sumando a lo largo del camino.

lunes, 19 de marzo de 2012

DESDE SU NACIMIENTO, LAS UNIVERSIDADES...

     Desde su nacimiento, las universidades tuvieron clara conciencia de su designio: ser formadoras de las individualidades que preservarían la memoria y los valores de su tiempo. Sociedad y universidad evolucionaron paralelamente. La universidad simbolizaba el nuevo mérito de la inteligencia; intelecto como fuerza y herramienta de poder. Pocas instituciones podrían resultar tan elitescas como la universidad. Su espacio supone el encuentro de maestros y discípulos: unos guían y otros aprenden y obedecen. La dignidad del maestro reposa en su sabiduría. El saber se apoya en la inteligencia y en la experiencia. Ambas, afirman el "derecho" natural del sabio: su autoritas. La autoritas académica es la fuerza del prestigio, la potestad del hombre que conoce, que ha visto, que ha vivido, que ha reflexionado; del hombre que sabe. De esa inteligencia dominante y carismática, emana una autoridad que es natural e incuestionable. 

viernes, 16 de marzo de 2012

POR MUCHO TIEMPO EL SER HUMANO SE CONCIBIÓ A SÍ MISMO...

     Por mucho tiempo el ser humano se concibió a sí mismo como construcción final y magnífica de un proceso evolutivo único. Hoy el ser humano comienza a reconocer que su protagonismo dentro del tiempo terrestre es, esencialmente, accidental. No somos los privilegiados destinatarios de la infinitud universal, somos sólo los habitantes temporales de un fatigado planeta: apenas sobrevivientes. Ni hijos de Dios ni extraordinario resultado de una mágica e irrepetible combinación, sólo sobrevivientes... Y desapareceremos algún día, de la misma manera que un día llegamos.

jueves, 15 de marzo de 2012

EN ALGUNA PARTE DE SU OBRA, EDGAR MORIN...


En alguna parte de su obra, Edgar Morin dice que nuestro presente ha recuperado una antiquísima palabra de origen griego: oikos; vocablo que significa casa. De oikos derivan dos voces que nuestro tiempo repite incesantemente: “ecología”, “ecosistema”. Términos alusivos a un mundo concebido como espacio familiar, cercano; superficie poblada de cuerpos y formas siempre en relación, espacio donde todos nos aglomeramos en conjuntos necesariamente comunicados en imprescindible diálogo sobreviviente.

Opuesta a Oikos, nuestros días repiten otra palabra: “caos”. La repite incluso -¡quién habría de decirlo!- una ciencia cada vez menos segura de sí misma, de sus posibilidades y alcances. Caos alude a la acechante impredecibilidad de todas las posibilidades. Implica la amenaza de lo incierto asomando por entre cualquier conclusión o certeza. La noción de caos, de muchos modos, evoca un regreso a remotas edades anteriores a la tranquilizadora presencia de los dioses. El caos sugiere la entronización del azar y la incoherencia; sugiere la desarmonía, la indescifrabilidad y el desvanecimiento de los nortes.

     Curiosamente, oikos y caos, a pesar de parecer conceptos opuestos, terminan por relacionarse. Un ejemplo que repiten las actuales teorías de los fenómenos caóticos es el de una mariposa que al mover sus  alas en Pekín, es capaz de trastornar el clima en el otro extremo del mundo. La percepción del caos es la consecuencia de una época como la nuestra, que contempla en lo abarrotado un signo natural y presume una cercanía impredecible entre todas las cosas.

martes, 13 de marzo de 2012

DIFERENCIA ENTRE LOS SERES HUMANOS Y DIFERENCIA...

     Diferencia entre los seres humanos y diferencia entre los pueblos: cuerpos y fronteras son espacio límite de una voluntad de distinguirnos. Somos lo que somos y no queremos ser eso que son los otros. La voz del otro no es la nuestra ni tampoco sus valores son nuestros. Nosotros contra vosotros... Todo el espacio, todo el largo recorrido de la historia humana: de sus guerras, de sus parcelaciones, de sus miserias y grandezas, de sus ritos de odio y devoción, de su sangre y sus penurias, de sus banderas y sus himnos, nace en este sentimiento de un yo-nuestro agrupador de tribus, primero; después, patrias; luego, culturas en el tiempo...

domingo, 11 de marzo de 2012

A LO LARGO DEL TIEMPO EL HOMBRE HA ESCUCHADO...

     A lo largo del tiempo el hombre ha escuchado la voz sagrada de los dioses o la voz profana de la historia. Aquélla le explicaba el sentido de todas las cosas en la ira o la benevolencia divinas. Le decía que todo en el universo estaba relacionado con los inescrutables designios de algún dios. Luego, la voz sagrada iría desvaneciéndose y los hombres descubrieron su soledad. Comenzaron a sospechar el absurdo de las cosas sin sentido, la posibilidad de una historia sin norte. Una nueva deidad, la Razón, los salvó de la desesperación y del terror. Les hizo creer que todas sus metas serían alcanzables y todos sus propósitos realizables. En el fondo, y gracias a la Razón, la voz profana terminó por coincidir con algunas de las fundamentales razones de la voz sagrada. Las dos decían que las desgracias humanas eran superables. Las dos insistían en que la felicidad aguardaba adelante, al final de los tiempos; sólo que, mientras la voz sagrada colocaba la felicidad en la otra vida, la voz profana la situaba en el futuro: un tiempo terrenal más al alcance de la voluntad y los esfuerzos de los hombres.

viernes, 9 de marzo de 2012

ACATO MIS ACTOS...

     Acato mis actos como parte de un destino ineludible. Acato, también, mis errores porque quizá ellos igualmente formen parte de ese destino.

jueves, 8 de marzo de 2012

EXISTE UNA INTELIGENCIA...

     Existe una inteligencia literaria que propende a relacionar la abrumadora vastedad que la rodea con esa cercanía tangible que es la propia experiencia. El individuo poseedor de una inteligencia literaria descubre que quiere escribir, mucho más que para expresar el mundo, para reconocerse y ubicarse dentro de él.

miércoles, 7 de marzo de 2012

EL SER DE PALABRAS NO IGNORA...

     El ser de palabras no ignora que esas armonías que tanto precisa distinguir a su alrededor pudieran hacerse visibles aún en medio de las mayores asperezas; y que quizá perciba por entre lo más desagradable o difícil esa coherencia que requiere para continuar su marcha, soslayando los tropiezos que lo amenazan, principalmente a causa de sí mismo. Tropiezos muy tempranamente anunciados en algunos trazos de su rostro, y destinados a permanecer tallados en éste hasta el fin de sus días. No desconoce que deberá emprender una y otra vez la titánica tarea de sobreponerse a ciertos signos que no dejan de acompañarlo; que su voluntad y su lucidez serán las únicas armas de las que dispondrá para obtener eso que le es esencial: ser feliz en la vida que él mismo escogió para sí, porque desde siempre supo –¿quizá inconscientemente?- que cualquier otro itinerario le estaba vedado. Y es que una de las formas de sabiduría más resaltantes del ser de palabras consiste, precisamente, en haber sabido acogerse a esas opciones que, en algún momento, el destino le mostraba.

martes, 6 de marzo de 2012

CONOCERME ES RECONOCER...

     Conocerme es reconocer el mundo en mí; mi lucidez, al contemplarlo, será, también, mi lucidez al contemplarme.

domingo, 4 de marzo de 2012

DESPRECIOS Y RENCORES FORMAN PARTE...


Desprecios y rencores forman parte de nuestro rostro más auténtico. Hay resentimientos inolvidables que nos acompañan siempre y a los que, como decía Jean Paulhan, debemos hacer sitio en nuestras vidas si queremos vivir sanos de espíritu; aversiones que nos definen y nos expresan. Ser fieles a ellas es tan coherente como serlo a nuestros afectos. Nuestros aborrecimientos deciden de qué debemos protegernos y de qué debemos apartarnos. Cimentan nuestra lucidez siempre necesariamente alerta.