viernes, 22 de diciembre de 2023

 Lo esencial

Es muy frecuente, en nuestros días, una excesiva valoración de la precocidad. Sin embargo, ella frecuentemente paga el precio de mucha inseguridad impregnada de autosuficiencia. Desconoce la importancia de haber vivido y de haber aprendido a escoger y a valorar. Crecer, avanzar, madurar significa aprender que nuestras perspectivas se van reduciendo; que nuestras metas nos limitan al interior de ciertas elecciones. Elegir es construirnos y, a la vez, limitarnos. Elegir algo significa renunciar a algo. Nos limitamos al elegir; pero esa limitación es, también, nuestra fuerza. Nos fortalecemos dentro de linderos trazados por nuestras decisiones.

Lo normal es que la vida nos vaya mostrando poco a poco caminos necesarios, descubrir lentamente el significado de ciertas cosas. Es muy frecuente escuchar, a quienes, acompañados por su memoria, miran hacia atrás y terminan por concluir: “Si volviera a vivir…”, y finalizan la frase de muy predecible manera: “haría muchísimas menos tonterías”. Algo que podría traducirse como: “si volviese a vivir trataría de no apartarme de lo esencial; de organizarme alrededor de significados verdaderos, de valorar lo que era digno de ser valorado”. La respuesta de la madurez a tantas tonterías cometidas en el camino es el rechazo a la inexperiencia, el arrepentimiento ante errores que no repetiríamos. Sin embargo, en ciertos casos, la precocidad puede significar una temprana sabiduría nacida en el prematuro reconocimiento de lo realmente importante, de lo verdaderamente esencial. 

Digo esto y no puedo dejar de evocar el que acaso sea el más conocido ejemplo del tema de la sabiduría infantil. Me refiero a El principito de Antoine de Saint-Exupéry, ese libro donde generaciones de seres humanos han descubierto preguntas y respuestas relacionadas con la principal convicción del libro: “lo esencial es invisible para los ojos”.. 

¿Qué es, exactamente, lo esencial? Por sobre cualquier otra cosa, esenciales son el autoconocimiento, la autenticidad, la búsqueda y el reconocimiento de la impostergable felicidad. Es esencial la libertad individual como única manera de existir. Es esencial el respeto a la humanidad de cada individuo por sobre toda contingencia ideológica. Es esencial la libertad garantizada en la igualdad de derechos y en una justicia aplicable a todos por igual. Es esencial la necesaria relación entre el bien propio de cada quien y el bien común. Es esencial el aprendizaje y el cumplimiento de nuestra responsabilidad social. Es esencial la convivencia fundamentada en la solidaridad. Es esencial nuestra voluntad por construirnos un destino junto a quienes cercanamente nos rodean. Y, por supuesto, siempre serán esenciales todas las versiones de la esperanza.

Esperanza: imposible renunciar a ella. Es impulso, orientación, apoyo; también respuesta, reconciliación con la realidad. La esperanza nos permite creer y nos impulsa a querer. Es inspiración necesaria. Nos pertenece en la medida en que sepamos alimentarla. Junto a ella dibujamos propósitos. Tiene que ver con legitimación de intenciones. Solo es posible en la acción. Carece de sentido en la vaga ilusión o en la pasiva espera. La esperanza nos aleja del pesimismo y nos permite conjurar escepticismos o desconciertos. En cualquier propósito humano, en todo esfuerzo al que nos entreguemos apasionadamente, debería existir la compañía de la esperanza; sentimiento que nos diga que nuestra labor está destinada a trascender, que nuestros  esfuerzos serán recompensados y que la expectativa de esa recompensa los justifica.

 

 

viernes, 15 de diciembre de 2023

                         Se dibuja la intemperie...

Se dibuja la intemperie en las oportunidades negadas por el tiempo, en las ilusiones perdidas, en las iniciativas quebradas a lo largo del camino, en la soledad carente de eco, en el aquí sin horizonte, en la memoria desdibujada en los laberintos de la ausencia...

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Existe intemperie en mucho rostro desconocido, en mucho escenario imprevisto, en mucho acontecimiento indescifrable, en mucho paisaje desconcertante...

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La intemperie y el laberinto se parecen. Ninguno es predecible. No hay porvenir dentro del laberinto ni hay porvenir en la intemperie. Los pasos que damos dentro de la intemperie no nos rescatan de ella. Los pasos que damos dentro del laberinto nos pierden en su interior.

viernes, 8 de diciembre de 2023

 Alguna vez en el tiempo...

Alguna vez en el tiempo, todo fue comienzo, y el mundo un lugar de extrañas formas para unos ojos que aún no habían aprendido a mirar ni a entender. Constantemente las cosas se subordinaban a designios ajenos y las situaciones existían en la voluntad de quienes tomaban todas las decisiones. Podían y solían multiplicarse las secuelas de lo impredecible. Era extraña la manera como evolucionaban las relaciones y era muy fácil perderse al interior de un mundo tan alejado del propio mundo. Vendrían, luego, espinosos tiempos de falsas certezas, de desconciertos, de absurdas bravatas, de temores ocultos a los ojos de los otros. Tiempos de torpezas multiplicadas en su vacuidad. Tiempos de mucha insensata rebeldía, de equivocaciones que convertían las intenciones en retahílas de imposibilidades. Tiempos, no de búsquedas sino de la incapacidad de reconocer lo buscado;  no de razones para el presente, sino de la absurda fragmentación de los ahoras; no de propósitos, sino de falsas voluntades; no de voces, sino de una interminable, vacua y estridente locuacidad... Posteriormente sería el arduo y lento tiempo de los necesarios aprendizajes. Era imprescindible hallar sentido en las palabras, aprender a nombrar las incomprensibles razones de los días, acercar intenciones y promesas a un hoy que era, es y será siempre un todavía insuficiente. Poco a poco se corregían balbuceos y errores y se hacían realidad algunos viejos sueños. En medio de ciertas insoslayables penumbras, surgían escenarios en los que era preciso actuar. Se hacía cada vez más evidente la necesidad de distinguir crecimiento al interior de lo real. Cambiaban las experiencias. Se sumaban años y años de búsquedas, hallazgos, propósitos... La conciencia hacía posibles las preguntas. Los recuerdos alimentaban las incertidumbres del presente. La voluntad permitía persistir y conquistar. El tiempo relacionaba carencia y plenitud. Se multiplicaban los contrastes: la rémora existía al lado del impulso, la fuerza se avenía con la fragilidad, la sensación de triunfo convivía con una conciencia de vulnerabilidad... Era imperioso ajustar las agujas de un reloj existencial siempre presente; imperioso escuchar ese tic tac que obligaba a no perder de vista un transcurrir de horas apoyado en una memoria que señalaba cómo los días estaban destinados a reunirse con los días, cómo amaneceres y crepúsculos nunca dejaban de entrecruzarse. La memoria podía hacerse muchas cosas: escalera de luces y de tinieblas, vértigo, convocatoria de agonías y entusiasmos, ilustración de rumbos... Ella recordaba, también, cómo el hoy podría siempre contradecir al ayer. Sin embargo, solía prevalecer en ella una visión de continuidad, de permanencia y pertenencia. Realidad e irrealidad se sostenían en espejeantes juegos de ilusiones e intenciones. Se trataba de vislumbrar armonía en las acciones, de sustentar verdades sobre diferentes formas de fe. Se abrían puertas y se cerraban puertas. Se sumaban logros y fracasos. Victorias y derrotas se relacionaban. Se reanudaban caminos y se clausuraban caminos... En la aventura de los interminables recorridos, no cesaba de reiterarse la imposibilidad de dar nada por sentado y la necesidad de entender el sentido de todas y cada una de nuestras elecciones. Lenta o abruptamente cambiaban circunstancias y convicciones. Sin embargo, algunas de estas últimas permanecerían, perpetuamente afirmativas, referenciales, naturalmente presentes. El deseo de ahondar en lo nuevo no contradecía la necesidad de un determinado orden al interior de los vaivenes del tiempo. Era frecuente que la fantasía se desvaneciese al interior de itinerarios donde las conclusiones muy a menudo regresaban a sus inicios. Inevitable circularidad de un camino donde las inquietudes crecían o decrecían al ritmo de circunstancias poco predecibles; un camino donde todo o casi todo podía hacerse, a la vez, verdad y farsa, error y acierto. Incluso la esperanza podía debilitarse cuando lo inesperado se repetía sin cesar. Era preciso fortalecer rutinas que conjuraran mucho desperdicio, mucha desconfianza, mucho hastío, mucha debilitante fisura al interior de los días... Respuestas las hubo siempre: necesarias, imprescindibles; deudoras de la lucidez o de la fantasía, de la inmediata utilidad o de la irrealidad de los más disparatados deseos... Respuestas convertidas en iniciativas que, en ocasiones, regresaban sobre sí mismas y se desvanecían, o se extendían hacia circunstancias que las petrificaban. Respuestas relacionadas, generalmente, con una necesidad de reconciliación con nosotros mismos y  la realidad; con una necesidad de acercar lo real hacia un destino elegido por nosotros alejándola de cuanto amenazara quebrar o corromper la delicada filigrana de los días.

 

viernes, 1 de diciembre de 2023

             Te envuelve la viscosa materia del tiempo: suma de instantes convertidos en glándulas, tuétano, sangre... 

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Estás obligado a diferenciar tu libertad y tu entrega a un ideal de autenticidad de banales afanes de diferenciación. 

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No deja de ser paradójico que tu ilusión de lejanía conviva con mucha premura de encuentros y con algún que otro burdo acuerdo. 

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El tiempo de tus quimeras se debilita al interior de una realidad que muy a menudo te contradice. 

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Te resulta imposible vivir en conformidad contigo, todos y cada uno de tus instantes.