domingo, 31 de agosto de 2014

APRENDER...


Aprender verdades que serán convicciones. Aprender una sabiduría que dé sentido a lo esencial. Aprender a explicarnos nosotros mismos junto a nuestra explicación del mundo. Aprender de nuestra imaginación, y junto a ella aprender a distinguir de otra manera. Aprender a reconocernos en cuanto nos compromete…

sábado, 23 de agosto de 2014

NUESTRAS VERDADES...


Nuestras verdades: revelaciones que fueron dibujándose alrededor de algunas personales formas de fe; comprensiones que surgieron, transparentes, luminosas e irrefutables ante nosotros.  Solemos reconocerlas alrededor de ciertas palabras definitivas. Alguna vez escribí: “Las palabras felicidad y serenidad son las del final del camino. Las aprendemos tarde. Saber vivir es saber pronunciarlas”. Hoy añadiría que para llegar a descubrir esas palabras es preciso haber reconocido antes otras voces igualmente necesarias: ética, compromiso, responsabilidad, coherencia, voluntad…

viernes, 8 de agosto de 2014

SABOR DEL SABER

En el libro Claros del bosque, comenta su autora, María Zambrano: “… las aulas son lugares vacíos dispuestos a irse llenando sucesivamente, lugares de la voz donde se va a aprender de oído, lo que resulta ser más inmediato que el aprender por letra escrita, a la que inevitablemente hay que restituir acento y voz para que así sintamos que nos está dirigida”.
Una voz: la que escucha el discípulo: la de ese maestro que le habla, y, al hacerlo, le enseña eso que el mismo maestro ha ido aprendiendo; voz capaz de enseñar y, sobre todo, de enseñar a aprender porque permite, o es capaz de permitir, la más exacta y humana forma de sabiduría: el autoconocimiento.
Autoconocimiento: saber desde nosotros y de nosotros; sabiduría que nos ayuda a entender la vida y a saborearla a partir de ciertas cosas que cada uno pueda ser capaz de apreciar. Saber y sabor del saber: aprendizaje que nos es propio, que nos sirve, que nos resulta necesario para alcanzar respuestas o verdades nuestras:  útiles, irremplazables, esenciales…
A través de la palabra del maestro, junto con ella, bien pudiera ser que llegara también para el estudiante el descubrimiento de una voz propia. Igualmente, se trata para el estudiante de participar de las inquietudes y, sobre todo, de la curiosidad de su maestro.
En una de las lecciones inaugurales que, año tras año, dictara en la Universidad Simón Bolívar, su rector fundador Ernesto Mayz Vallenilla, éste dijo: “El estudiante viene a la universidad no solo en búsqueda  de un saber profesional, sino también solicitando calladamente una orientación que lo ayude a esclarecer sus problemas humanos ... Si educar es propiciar que esa dormida y latente personalidad venga a la luz, quien enseña tiene el ineludible deber de ejercer y realizar esta labor de alumbramiento dirigida hacia el ideal de la autognosis.”
Autoconocimiento: como ya dije: la más exacta forma de sabiduría: ésa que alude a la autonomía necesaria para que cada ser humano sea capaz de vislumbrar un destino para sí. “Conócete a ti mismo” fue máxima que adornó el frontispicio del templo de Delfos en la antigua Grecia. Conocerse y conocer, conocer a partir del conocimiento que tengas sobre ti mismo; o lo que es lo mismo: conocerte, primero, para poder conocer, después.
Al dar inicio a cada nuevo curso de Estudios Generales, en el área del lenguaje y la comunicación, digo a mis estudiantes algo que deseo, por sobre cualquier otra cosa, dejar muy en claro: junto al propósito estrictamente académico del curso, se tratará de lograr con él que cada estudiante pueda ser capaz de acceder a un mayor conocimiento de sí mismo, de acercarse a principios y valores que lo dignifiquen como persona y le permitan crecer como individuo.
Al recibir el Premio Nobel de Literatura, en su discurso de agradecimiento ante los miembros de la Academia Sueca, el escritor norteamericano John Steinbeck dijo: “Un autor que no crea apasionadamente en la capacidad de perfeccionamiento del hombre no tiene dedicación ni ningún lugar en la literatura.” Es una idea perfectamente próxima a la manera como concibo la enseñanza. Pienso que un profesor, sobre todo de materias pertenecientes a esas “Humanidades nuevas” de las que alguna vez habló Jacques Derrida, o de esos “Estudios Generales” cada vez más frecuentes en universidades dignas de tal nombre, que no se esfuerce en conseguir que cada joven estudiante se  desarrolle como individuo y como ser social, no debería tener lugar en el mundo de la academia.
En mi particular ideal de educación, que concibo como un reto central para altas casas de estudio que sean más, que solo centros de investigación, y, desde luego muchísimo más, que solo territorios de adoctrinamiento ideológico, creo en y apuesto por universidades destinadas a enriquecer un universo como el de nuestro tiempo presente, demasiado repleto de homogeneidades e incertidumbres, de vulnerabilidades y sospechas, de temores y desorientación… Un universo donde una manera de conjurar tanta fragilidad podría comenzar en la formación de individuos autónomos, capaces, como ya dije, de vislumbrar un destino para sí y, sobre todo, de poder convertir ese destino en algo posible.