lunes, 27 de noviembre de 2017

Valéry decía...

Valéry decía que el arte, en su raíz más pura, era un medio por el cual el hombre aprendía a “mirarse vivir, a darse un valor”. Mirarse vivir: entenderse y valorarse a sí mismo haciéndolo: esfuerzo capaz de dar un sentido de esencial finalidad a la vida. Rilke, por su parte, comentó alguna vez que ciertos comportamientos y decisiones humanos eran “capaces de eternidad”. Existe esa “capacidad de eternidad” en la apuesta por la vida que es todo acto creador. Y ella está presente también, sin duda, en el propósito de un ser humano para dotar de un sentido de legitimidad a su propia historia, o, simplemente, para agradecerle a la vida eso que ésta le llevó a entender.


lunes, 20 de noviembre de 2017

SUELE DEFINIRSE...

Suele definirse a la escritura como el más solitario de los oficios Afirmación algo cuestionable. Si bien es cierto que solitariamente escribimos, lo hacemos siempre con el convencimiento de un destino y la convicción de un destinatario para cuanto nos resulta imposible callar.
“Las verdades que se callan se hacen venenosas”, dijo Nietzsche. Y acaso ése sea uno de los puntos de partida de la escritura: colocar nuestro amor por las palabras al servicio de la comunicación de descubiertas verdades. A medida que vivimos y vamos aprendiendo de la vida, utilizar nuestras voces para nombrar certezas junto a las cuales dibujarnos nosotros mismos.


lunes, 13 de noviembre de 2017

RECORDARÉ AQUÍ...

Recordaré aquí la que, acaso, sea una de las reflexiones más válidas en relación a modelos de coexistencia social tolerante y solidaria. Pienso en La otra voz, uno de los últimos libros de Octavio Paz. En él desarrolla significativas reflexiones acerca de los ideales políticos de la modernidad. Ante los grandes lemas de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad, Paz se pregunta: ¿qué pasó con la fraternidad? El mundo ha conocido muy bien el ideal de libertad privilegiada por sobre la igualdad; o de ésta dominando el principio de libertad; pero hasta el momento nadie ha conocido una fraternidad que hubiese significado la comunicación ética de los otros dos grandes ideales.
Fraternidad: algo parecido a la caridad, muy semejante a la solidaridad y la concordia… ¿Qué pasó con ella? La libertad tiene un contrapeso terrible en el desenlace de mucho poder en manos de muy pocos. La igualdad, que, en principio, significa igualdad de oportunidades para todos, frecuentemente concluyó en la existencia de todopoderosos Estados policíacos exigiendo de todos los seres humanos absoluta sumisión al siempre amenazante poder de algún partido o hacia la carismática figura de un idolatrado personaje. Mientras el ideal de libertad pudo llegar a corromperse en la iniquidad de una justicia diferente para unos, los poderosos; y para otros, los desvalidos, el ideal de igualdad terminó traduciéndose en el aplastamiento de toda forma de disconformidad. Entre el uno y el otro, el ideal de fraternidad hubiese significado una respuesta ética capaz de hacer menos cruel la injusticia de la “libertad” y la inhumanidad de la “igualdad”.
Es el gran desenlace de La otra voz: un necesario sentido ético para el destino de la historia humana. Algo que Paz define como un modo más “poético” de vivir, de comportarnos y de relacionarnos los seres humanos unos con otros.