domingo, 23 de febrero de 2014

ME ACERCO A LAS PALABRAS...

Me acerco a las palabras como me acerco a la vida. Y hago de ellas un símbolo de mi relación con la existencia; acaso, también, una apuesta conmigo mismo. Concibo la escritura como un lugar o morada donde refugiarme o dentro del cual centrarme.
Mi escritura: un prisma a través del cual distinguir el camino y distinguirme dentro de él. Un prisma: un punto de vista, una perspectiva que se aferra a las voces para enunciarse, para describir y describirse. Lo que veo y lo que creo ver, lo que siento al mirar, la manera como me empeño en percibir tanto lo que me rodea como lo que existe en mí en medio de los senderos de ese tiempo que soy, que he llegado a ser…
Distingo en las palabras que escribo un instrumento y una finalidad. Construir con ellas una realidad en la cual vivir un tanto al margen de la otra: ésa que en modo alguno puedo soslayar. Pero, al mismo tiempo, sin cesar de intentar que ambas realidades se relacionen; o mejor: que esa realidad relacionada con las palabras alcance a invadir la obra, la real, la inescapable, para, así, hacerla más llevadera. 

sábado, 1 de febrero de 2014

ERA LA POSIBILIDAD...

Era la posibilidad abierta tantas veces a la sorpresa; la lenta afirmación en medio de las sombras; el cauce que arrastraba impulsos y sentimientos, temores y olvidos; la tormenta de la que me guarecían ínfimos escondrijos…
Y llegó entonces el silencio.
Llegó junto a la quietud de una muerte que me despojaba de muy viejas presencias.
Y comencé a deambular por entre todos los desiertos de la tierra en busca de algún tesoro enterrado, aguardando por recuerdos que me iba entregando la memoria, una memoria siempre detenida en espacios irreales.
Mi peregrinar, extraño peregrinar, habrá de mantenerse muchos años más.
Concluirá solo cuando logre divisar alguna tierra prometida al alcance de mis manos, una tierra prometida que imagino desde mucho tiempo atrás, cuando apenas comenzaban mis pasos.
Concluirá cuando logre rehacer el sentido de muchos días rotos, cuando toque algún firmamento o paraíso, cuando dé por terminados los rincones donde protejo esos sueños que dan forma a mi rostro.
Reconozco que no existe otro recurso que la esperanza y la iluminación de la esperanza y que los frutos que me negué a cosechar hablarán siempre de mi propia indefensión.
Junto a mis rutinas, dentro del camino, nunca dejaré de alimentar ciertas quimeras.