sábado, 28 de agosto de 2010

LAS IDEAS

Como los personajes de los textos de ficción, las ideas viven, se mueven, crecen, respiran. Las ideas viven de las ideas. Impulsan a los hombres desde afuera y desde adentro de ellos mismos. Al pensar, los hombres dialogamos con un cosmos de ideas que nos rodean: aplastándonos o alimentándonos, amordazándonos o estimulándonos. Al pensar, los hombres nos hacemos responsables del mundo: todos somos el mundo porque todos lo hemos ido dibujando con nuestros pensamientos. Por las ideas nos relacionamos con el universo. Ellas son nuestra atalaya de él. Más que la realidad, nuestra percepción de la realidad; más que el mundo, nuestra legibilidad del mundo; más que la voz del tiempo, nuestra manera de escuchar el tiempo... Ideas para crear, para discurrir, para imaginar. Ideas que son verdades parciales: síntesis de lo que aceptamos y rechazamos, de lo que asumimos falso o de lo que creemos verdadero. Las ideas son dueñas del secreto del tiempo: en su vivacidad, en su brillo, vive la eternidad de los instantes. Insustituible, definitiva, siempre útil, siempre inteligibilidad viva, lectura, impresión, imagen, recuerdo: una idea...

lunes, 23 de agosto de 2010

VIVIR ES JUGAR UN JUEGO...

Vivir es jugar un juego cuyas reglas se nos van revelando muy poco a poco. Un juego que nos fuerza a no dejar nunca de elaborar motivos alrededor de los pasos que damos y que vamos convirtiendo en las huellas de un itinerario precisado del más importante de los significados: el de la propia aprobación. Nuestro mayor logro: conocernos; y nuestra peor equivocación: no hacerlo.

domingo, 22 de agosto de 2010

EL SER DE PALABRAS VIVE ENTRE SU LUCIDEZ Y SU IMAGINACIÓN...

El ser de palabras vive entre su lucidez y su imaginación. Todo lo que no acepta propende a dibujar lo que quisiera aceptar. Es, a la vez, un crítico y un utopista. De su mirada crítica se origina su visión de lo que le gustaría contemplar. Algunos de los grandes sueños de la humanidad, de las más bellas ilusiones de los hombres, nacieron de seres de palabras que, insatisfechos ante lo que veían, se propusieron imaginar lo que hubieran querido divisar.

viernes, 20 de agosto de 2010

RIGOR DE ESPEJOS

Antes de desaparecer, sombra entre sombras, quiero, con fuerza, vivir el día aciago/aventurero, esplendente/oscuro, fértil/estéril; impregnarme de la luminosa esfera que me rodea entre márgenes, preludios y finales, en medio de puntos siempre suspensivos...

Voluntad de sobrevivir en la imaginación y en el instinto. Voluntad de acometer con fe la quimera de los días. Frágiles puentes atraviesan distintos acantilados. Me esfuerzo en atravesarlos todos. Camino sobre esas débiles estructuras que lucen incapaces de soportar peso alguno.

Ni clausura ni ensimismamiento: recorrer todos los rumbos, transitar todos los caminos. Me interrogan, indescifrables, las voces de indescifrables rostros. Máscaras se reflejan en el efímero espejo de mi acción. Trato de refugiarme en la intemperie de los días. A medida que avanzo me hago sombra. Un oráculo repite que nadie es profeta en su tierra. Rodeado de recelo siento, también, recelo. Nos hemos quedado solos, dice el fantasmal guardián de mis laberintos. No hay soledad real, respondo.

El horror al vacío describe el temor a contemplar la nada cara a cara. La soledad quiebra el vínculo del remordimiento o la inocencia. Las voces que sin cesar ahuyento vuelven siempre. Sueño espacios clandestinos sólo míos. Me escondo en la quietud oscura, me aparto del ruido y del resplandor. En mi espacio cerrado a casi todos, abierto a casi nadie, me muevo entre tientos; sin cesar, palpo imágenes con sabor a encierro. Ensimismada soledad, perfil huraño: silente, ciego.

Al margen de un tablero de ajedrez, coloco mis ilusiones. Recorro tiempos que me justifican, lejos de otros, lejos de todos. Viejas quimeras dormitan en los rincones del presente. Más firme la duda que la certeza, deshago mis pasos sobre asombros superpuestos.

Carezco de respuestas. Sólo poseo el asombro ante cada instante y el respeto hacia lo que no puedo explicar. Nunca podré estar seguro de mis rumbos ni de mis pasos sucesivos ni de mis días en tanta noche desdoblados...

He seguido caminos deteniéndome sólo en mi cansancio. He bebido agua en el cuenco de mis manos. He llevado conmigo la incertidumbre de mis tientos (impotencia del dios furtivo que llevo por dentro). Incansable, transito instantes encerrados en la esfera de su propio sentido irreverente...

A veces, me rodea en la vida una sensación de fraude. Esa sensación me va convirtiendo, poco a poco, en un ser de frontera: solitario heredero de circunstancias sólo mías. Soy huérfano de los días precedentes y fantasma de los días venideros. Soy voz perdida en la vastedad del tiempo. Soy hijo de mis propias circunstancias. Soy encuentro de confusos finales y confusos principios.

Abiertos los cinco sentidos a las imágenes que el mundo trae hasta mí, me muevo en escenarios donde aguardan retos y sorpresas, decepciones e incertidumbres, rutinas y prodigios, hastíos y esperanzas. No existe la experiencia inútil. Todo es hallazgo, marcha indetenible hacia un final confuso. No hay destinos predecibles: lo sorpresivo termina por imponerse casi siempre. Nos movemos a tientas dentro de las rutas emprendidas. Extraña sensación de no saber hacia donde nos dirigimos. Sólo hay una respuesta posible: jugar el juego siempre, jugar el juego hasta el final.

¿Aceptar condiciones? Todos lo hemos hecho, todos lo hacemos, todos lo haremos... La vida es pacto y es acuerdo. Vivir es caminar hacia un espacio único y en el camino ir dibujando ese signo nuestro y sólo nuestro que se llama destino que se llama karma; sus trazos son el error y el acierto, la fe y el miedo.

Interminablemente optar, interminablemente decidir; ordenar espacios e intereses, afectos y rechazos, imágenes y razones. Vivir es escoger y saber vivir es ir aprendiendo a escoger.

Sobrevivimos en la áspera dureza de instantes clavados en nuestro cuerpo-espacio. Sobrevivimos a las caras y a los torsos que nos rodean. Sobrevivimos en el interminable monólogo que reproduce ante nosotros la vastísima ilusión de lo posible.

Impulsado en la inercia de mis propios movimientos, hago y rehago mis pasos. La vida es juego, pero si ignoro sus reglas estoy perdido. Ella posee muy particulares formas de lógica: en principio, pareciera que no tiene por qué ser justa pero en general parece propender a serlo.

Enmascaramiento, supervivencia, manipulación: palabras ásperas como la elección que representan: ¿ser rostro o máscara? ¿verdugo o víctima? Los espejos recogen ahoras interminablemente sucesivos. Ahoras que permanecen como recuerdos o pesadillas o entelequias. Por mi parte, trato de conservar la lucidez y, para probarlo, escribo.

jueves, 19 de agosto de 2010

EL SER DE PALABRAS SABE QUE SI LOGRA CONSERVAR SU LUCIDEZ...

El ser de palabras sabe que si logra conservar su lucidez y permanecer atento a cuanto suceda a su alrededor, nunca dejará de aprender. Sabe que, a medida que los años avancen, conocerá más cosas, que nunca cesarán los fascinantes descubrimientos; pero sabe, también, que sus aprendizajes dependerán, sobre todo, de su actitud ante cuanto el camino le muestre. Adivina que los cielos o infiernos que en ese camino lo acompañen dependerán, sobre todo, de sí mismo. El ser de palabras se sabe y se asume caminante. ¿La regla de oro del caminante? Vivir el día a día. Optar por la pasión de vivir y por la curiosidad inacabable ante la vida. Aprender de las alternativas siempre impredecibles, eventualmente maravillosas, que la existencia le ofrezca.

miércoles, 18 de agosto de 2010

A VECES, EL SER DE PALABRAS SE TRAICIONA A SÍ MISMO...

A veces, el ser de palabras se traiciona a sí mismo cuando utiliza su mirada y su interpretación de esa mirada al servicio de algún amo. Cualquier amo: un señor presidente, una ideología, un partido, un ideal de revolución... Claudica, así, de su curiosidad y su mirada crítica y se convierte en obediente escribano, repetidor de consignas, vociferador de verdades que le han sido impuestas.

viernes, 13 de agosto de 2010

LAS PALABRAS HAY QUE MERECERLAS

Las palabras hay que merecerlas. Es necesario definir nuestra relación con ellas. Precisar esa relación es algo que puede llevar años, a veces incluso, toda la vida. Pocas cosas nos ayudan más a comprendernos que la identificación de esas palabras que distinguimos en nosotros, palabras con que escogemos nombrar el signo de nuestras percepciones. Somos las palabras que reflejamos. Ellas dicen y nos dicen. Nos traducen y, por ellas, traducimos. A través de las palabras todo el universo se convierte en expresión viva dentro de nosotros.

martes, 10 de agosto de 2010

HE CITADO ALGUNA VEZ LA DECLARACIÓN DE BORGES...

He citado alguna vez la declaración de Borges sobre cierta “superstición literaria” de nuestra época, que, según él, correspondería al género novelesco. Como ya he dicho, esa “superstición” estaría relacionada, sobre todo, con lectores y lecturas. Acaso entre los escritores las “supersticiones literarias” sean otras. Por ejemplo: la necesidad de nombrarse junto a esas palabras que los van ayudando a construir un camino o un espacio dentro del camino. Superstición de una escritura que está allí para permitir a los autores decir sus comprensiones y sus sentimientos ante esas comprensiones.

domingo, 1 de agosto de 2010

Vulnerabilidad

Vulnerabilidad: un término que nuestro tiempo conoce muy bien, una palabra a la moda, uno de esos vocablos que han llegado a ser metáfora de muchas cosas; la fragilidad de los días, la indefinición del porvenir, la incertidumbre frente a casi todo, la desorientación ante demasiada confusión, el hastío frente a excesivas proliferaciones. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua, define la vulnerabilidad como la posibilidad de “ser herido”, o “la capacidad para anticipar, sobrevivir, resistir y recuperarse del impacto de una amenaza natural”, o la “pérdida de un elemento en riesgo resultado de la probable ocurrencia de un suceso desastroso”. Se asocia también vulnerabilidad con desventaja. Aunque, en realidad, no somos vulnerables porque estemos en desventaja: estamos en desventaja cuando ignoramos nuestra vulnerabilidad. Nos sabemos vulnerables en medio de una cotidianidad en la que el riesgo y la amenaza poseen muy diversos rostros: conflicto, rutina, cansancio, hastío, temor, desamparo. Ante el sentimiento de vulnerabilidad, nos queda tratar de prevenirnos o predecirnos, manteniéndonos siempre alertas, distinguiendo en ese tiempo que hacemos camino y construcción, aferrándonos a nosotros mismos y a cuanto nos ofrezca felicidad o estímulo. La percepción de vulnerabilidad nos obliga a la cautela, debería también hacernos más humildes y mesurados. Nos sabemos vulnerables cuando conocemos nuestras debilidades y los riesgos que enfrentamos. Ser cautos: prevenirnos en el camino, predecirnos en el tiempo, sopesar las posibles secuelas de nuestros errores, ser conscientes de nuestra fragilidad, sostenernos en aquellos espacios donde nos sabemos fuertes. Vulnerabilidad: individualmente, un sentimiento asociado, sobre todo, a madurez; generalmente alejado de cualquier temprana experiencia de la vida. Avanzamos, crecemos, envejecemos y, acaso, el signo esencial de esa sabiduría que va surgiendo del camino sea conducirnos al reconocimiento de nuestra fragilidad. El joven suele desconocerla; no la concibe porque no ha vivido lo suficiente. Vivir y aprender de la vida acaso signifique por sobre cualquier otra cosa haber palpado la vulnerabilidad en nuestros itinerarios. Existe la vulnerabilidad asociada a nuestro tiempo individual; pero, también, muy relacionada con ese tiempo que vivimos donde tantas y tantas cosas son percibidas como incertidumbre o amenaza. Precisamos conjurarla; por ejemplo, a través de cierta sabiduría superviviente que tiene que ver con muchas cosas: paciencia, mesura, curiosidad, pasión, fe en nuestros espejismos y un interminable propósito por entender el sentido de ciertas verdades que nos sostengan en medio de lo casi siempre azariento.