miércoles, 7 de marzo de 2012

EL SER DE PALABRAS NO IGNORA...

     El ser de palabras no ignora que esas armonías que tanto precisa distinguir a su alrededor pudieran hacerse visibles aún en medio de las mayores asperezas; y que quizá perciba por entre lo más desagradable o difícil esa coherencia que requiere para continuar su marcha, soslayando los tropiezos que lo amenazan, principalmente a causa de sí mismo. Tropiezos muy tempranamente anunciados en algunos trazos de su rostro, y destinados a permanecer tallados en éste hasta el fin de sus días. No desconoce que deberá emprender una y otra vez la titánica tarea de sobreponerse a ciertos signos que no dejan de acompañarlo; que su voluntad y su lucidez serán las únicas armas de las que dispondrá para obtener eso que le es esencial: ser feliz en la vida que él mismo escogió para sí, porque desde siempre supo –¿quizá inconscientemente?- que cualquier otro itinerario le estaba vedado. Y es que una de las formas de sabiduría más resaltantes del ser de palabras consiste, precisamente, en haber sabido acogerse a esas opciones que, en algún momento, el destino le mostraba.