sábado, 28 de febrero de 2015

VOCACIÓN


Para ser definida de tal, una vocación ha de ser temprana e irrevocable, aunque, a veces, solo algo tarde lleguemos a distinguirla. Convertimos nuestra vocación en expresión del juego que nos relaciona con la existencia, de nuestra manera de extraer de ella un sentido que precisamos para vivir y ayudarnos a disfrutar la vida.

lunes, 16 de febrero de 2015

CAUTELA Y RIESGO...


Cautela y riesgo: contradictorias actitudes del caminante: dos maneras de actuar en un mismo propósito por conquistar espacios necesarios.

miércoles, 4 de febrero de 2015

REMOTAS COINCIDENCIAS

En el siglo IV antes de nuestra era, Aristóteles escribió Ética a Nicómaco. El propósito del libro era sencillo: señalar a los hombres el sentido de su existencia. ¿Para qué hemos venido al mundo? ¿Qué debemos hacer para vivir de la mejor manera posible, para alcanzar la plenitud? Las respuestas aristotélicas a estas preguntas fueron atemporalmente exactas: venimos a tratar de vivir de la mejor manera posible, a conducirnos siempre de forma moralmente irreprochable, a proponernos ser felices…
Aristóteles relaciona constantemente el tema de la felicidad con el de la moral: solo comportándonos éticamente podremos conocer la felicidad. No hay sabiduría sin moralidad. No es posible la felicidad sin una ética que la sustente… Una de las ideas centrales de Ética… es la de la importancia de la educación como única manera de formar el carácter de un ser humano. El temple individual ha de ser educado; y la sabiduría, que tanto tiene que ver con firmeza de carácter, se adquiere, tal y como puede adquirirse la percepción o el aprendizaje de la felicidad.
Todos podemos llegar a ser felices, pero para lograrlo necesitamos sumar muchas vivencias, y haber extraído de ellas las enseñanzas adecuadas. O lo que es lo mismo: conoceremos la felicidad una vez descubierta la infelicidad, sabremos lo que nos conviene cuando hayamos recorrido el áspero territorio del error y del fracaso.
Otra idea: solo a través de la razón podemos alcanzar la felicidad. Ésta ha de apoyarse en la experiencia tanto como en la inteligencia y la lucidez. La razón: ese gran descubrimiento griego, ese sentido de relación entre el ser humano y el cosmos y entre cada individuo consigo mismo, abre todas las puertas hacia la conciencia de un significado para el tiempo vivido. Significado centralmente apoyado en una conclusión: la conquista de la plenitud por medio de la realización de eso que nos hace felices.
En esa parte final de la Ética… la referida puntualmente al tema de la búsqueda de la felicidad, Aristóteles escribe una conclusión cuyas palabras merecen repetirse todas, una por una: “La felicidad es lo más hermoso y lo más agradable, y estas cosas nunca podrían estar separadas unas de otras,  como lo leemos en la inscripción del templo de Delos: ‘lo más agradable es lograr lo que uno ama’”.
Dos mil quinientos años después de escrita Ética…, en el 2005, Steve Jobs, fundador de Apple y fundamental ícono de nuestro tiempo, pronuncia ante los graduandos de la universidad de Stanford un discurso donde se escuchan ecos de las antiguas voces de Aristóteles. El saber no cambia, dijo alguna vez Cioran. Esto es, lo que de veras importa, lo realmente fundamental para el desarrollo de la existencia humana, siempre ha sido conocido por los hombres.
En su discurso, Jobs pronuncia frases como éstas: “nuestro tiempo es limitado y no podríamos perderlo viviendo el tiempo de otros”. O: “No dejéis que el ruido de las opiniones de los demás ahogue vuestra propia voz interior”. O: “tened el coraje de seguir a vuestro corazón y vuestra intuición. Todo lo demás es secundario”…  Verdades de vida; deudoras de experiencias y de la suma de muchas anécdotas y circunstancias forjadoras de un carácter. En última instancia, todas ellas referidas a lo mismo: entregarnos a lo que amamos hacer, a nuestra vocación; y, a través de nuestras inclinaciones, de eso que nos apasiona y compromete con nosotros mismos, descubrir quienes somos y qué estamos destinados a ser y a lograr; y, por supuesto, alcanzar la felicidad.
En su discurso, Jobs habla de plenitud personal, de sentido común, de vivencias, de revelaciones… Nada que tenga que ver con éxito, fama, dinero o poder. Jobs, un visionario que con su propuesta de una computadora personal en las manos de cada individuo logró transformar la historia reciente de la humanidad, no se dirige a esos jóvenes que lo escuchan desde la perspectiva de un hombre de éxito, del todopoderoso fundador de una de las compañías más emblemáticas de nuestro tiempo. No: les habla como un ser humano que ha vivido y ha logrado aprender de la vida; y que, desde sus aprendizajes, es capaz de comunicar verdades ineludibles, esenciales.
 Más allá del largo tiempo que las separa, las palabras de Aristóteles y las de Jobs se parecen porque el destinatario de ambas es el mismo: seres humanos que comienzan a vivir, jóvenes preparándose para enfrentar la vida. En el caso de Aristóteles, se cree que Nicómaco fue su hijo, o, en todo caso, uno de sus discípulos; en el caso de Jobs, sus oyentes son esos jóvenes que acaban de finalizar sus estudios en una prestigiosa universidad. A los dos habla por igual un maestro –como maestro es todo aquél capaz de enunciar con sabiduría y contundencia esas voces que un discípulo precisa y merece conocer- para comunicarles conocimientos de vida, respuestas, verdades…
Así, pues, la voz de una de las grandes mentes humanas de todos los tiempos y la de un extraordinario visionario que con su intuición fue capaz de transformar el mundo, se asemejan. Las dos dicen cosas parecidas, de las dos extraemos enseñanzas que pueden servir por igual a personas de cualquier tiempo y de cualquier lugar, las dos nos conducen hacia conclusiones parecidas: necesidad de conocernos, de aprender de nuestras experiencias, de llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos y descubrir en nuestra vida un significado que la oriente y justifique.

Justificación preconizada, sin duda, en la remota coincidencia entre las ideas de Jobs y las palabras de Aristóteles, estas últimas prestadas de una inscripción tallada en el frontispicio del templo de Delos: “lo más agradable es lograr lo que uno ama”.