martes, 25 de noviembre de 2014

LÍMITES I

Nuestro mundo interior: un límite: nos circunscribe y estrecha, a la vez que nos afirma; un límite que nos define, nos aparta y nos centra, nos orienta y nos ubica.
Accedemos a toda forma de otredad desde ese límite nuestro desde el cual nos comunicamos.
Entendidos y aceptados, nuestros límites son la más exacta definición de nuestro yo; linderos de eso que somos y no podríamos dejar de ser, sin ellos careceríamos de contorno, esto es, de significado.
Nuestros límites: los creamos junto a nuestros pasos y nuestros actos, los construimos en el aliento que respiramos al lado de nuestras miradas. 

domingo, 23 de noviembre de 2014

APRENDER

Aprender: de la experiencia, de las circunstancias, de los otros… Aprender a satisfacer una curiosidad que tenga sentido, que nos resulte útil. Aprender a recoger los aprendizajes que evoca nuestra memoria y reconocer como esencial sentido de ésta el ayudarnos a conservar recuerdos destinados a acompañar nuestra existencia.
Aprender a predecirnos; a seguir el camino de nuestras preguntas tratando de entender el significado de cualquier posible respuesta. Aprender a rescatarnos de las dificultades; a buscar eso nuevo que aguarda por nosotros. Aprender la sabiduría y la prudencia. Aprender el valor de las palabras y el significado de cuantas voces nos conciernan.
Aprender a confiar en nuestras miradas, en nuestras perspectivas, en nuestras revelaciones. La genuina comprensión, intensa, luminosa, epifánica rara vez nos engaña.
Aprender a percibir la armonía que existe a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos.
Aprender a confiar en ciertos signos que nosotros mismos hemos creado. Signos que nos acompañan y susurran que podemos continuar la marcha de acuerdo a eso que hemos decidido ser o hemos aprendido a ser. Apoyarnos en ellos para afirmar nuestras opciones de vida; y reconocer en su virtualidad un eslabón de esa cadena que es nuestro camino.
Aprender a no desconcertarnos por la desvanecedora fuerza de lo imprevisto, a intuir un sentido para el acaso y una lógica para el impredecible después.
Aprender a diseñar un centro que sea espacio destinado a convertirse en límite esencial.
Aprender a no considerarnos nunca un ejemplo para otros.
Aprender a desconfiar de palabras como triunfo absoluto, logro definitivo, perfección, éxito…
Aprender en medio del tiento, de la mesura, del lento vislumbre de la oportunidad al alcance de nuestra mano.
Aprender por entre la suma de contradicciones y paradojas que no cesan de rodearnos.
Aprender una razón que dé cabida a los sueños y a las convicciones. Aprender a entretejer una personal comunicación con el mundo. Aprender a ver más lejos o de maneras diferentes, a intuir respuestas en la convicción de que todo saber está relacionado con la experiencia y que hay razones en la elusividad de algunas respuestas.
Aprender que el tiempo es un contradictorio enigma, pero que el presente se apoya en el pasado e impregna necesariamente ese futuro que nos resta. Aprender que hay sentido en la espera, en la paciencia, en la cautela.
Aprender que es preciso conquistar el signo ético y la humanidad que avale nuestras verdades más intensas.
Aprender a apostar por nuestros sueños. Aprender a  aceptar la diversidad, la contradicción, la compleja realidad que nos humaniza. Aprender a entender la vida bajo el significado de una independencia necesaria; se trata de sentir que nuestro camino es nuestra hechura, que nos debemos a nuestras convicciones y verdades, que nos compromete ese lugar y ese tiempo que hemos conquistado. Aprender a no temer a nuestra libertad; acaso una de las mayores esclavitudes del ser humano sea el miedo a la propia libertad.
Aprender una sabiduría que dé sentido a lo esencial. Aprender a explicarnos junto a nuestra explicación del mundo. Aprender a construir esas voces que son las nuestras; y, de ellas, aprender el sentido de la oportunidad y la exactitud. Aprender, también, el necesario y justo valor silencio; aprender a callar a la vez que vamos aprendiendo a decir.
Mi libertad, mi fuerza, mi independencia, mi dignidad… Consecuencias, todas, de ciertos aprendizajes centrales.





viernes, 21 de noviembre de 2014

ENSEÑAR

Enseñar en el diálogo, en el encuentro de opiniones, desde la persuasión… El maestro comunica verdades en las que cree y a las que apuesta por sobre cualquier otra cosa.
Lo que requiere el diálogo entre maestro y alumno es la certeza y la fe de aquél en esos valores que transmite.
Diálogo para enseñar aprendizajes, para buscar respuestas, para reunir versiones y visiones.
Aprende el discípulo de su maestro y aprende éste de aquél. Aprende al tiempo que enseña desde sus certidumbres y respuestas, pero también desde la duda y la crítica. Su lenguaje, estímulo para el diálogo, abre las puertas a la posible discrepancia y, sobre todo, a la curiosidad.
La palabra hace del maestro autoridad. Su voz misma es potestad destinada a comunicar experiencias a las que nada es más contrario que los estereotipos y los dogmas.
La fuerza y el alcance de la voz del maestro precisa del escenario correcto y de la oportunidad precisa. Fuera de su lugar y su momento, corre el riesgo de ser incomprendida.
El maestro no solo es escuchado, también es visto. Se lo oye y se lo ve. Su palabra se acompaña de cierta teatralidad. Es, de hecho, algo narcisista; lo que, en modo alguna la califica de aparatosa, frívola o superficial. Es, simplemente, una voz que se propone captar la atención de quienes la escuchan. Voz surgida de la circunstancia que la requiere; voz de la pasión y del criterio, de la convicción y la tolerancia; obligada a un necesario equilibrio entre el énfasis y la mesura: a veces, comedida, en ocasiones, enfática: tonalidades las dos igualmente justas.
Al contrario de lo que dice el adagio, a la palabra del maestro no “se la lleva el viento”: permanece. Lo que dice, aquí y ahora, está destinado a perdurar allí y después.
Opinar, valorar y enseñar a valorar forman parte de lo que el maestro debe ser.
El maestro entiende la enseñanza como transmisión de conocimiento de vida y para la vida. Entiende, también, que todo forma parte de la misma aventura de aprender y de aprender a aprender.
Al educar el maestro enseña al discípulo a encontrarse con el mundo, con los otros, consigo mismos…