Santiago: reunías en tu vivaz inteligencia una curiosidad compañera de pasos, actos e intenciones. Reagrupabas tus ilusiones de arcoíris al forjar con tus manos la firmeza del hierro y la textura rugosa de piedras a las que comunicabas la firme pureza de tu espíritu.
Santiago: tu sensibilidad de artista irradiaba
el exacto sentido de tu personal bondad. Solitariamente, aguardabas por la
comprensión de un universo más amable, mientras tu alma, sometida a la
incesante búsqueda de propósitos y promesas, buscaba reagrupar y hacer realidad
tus sueños volcándolos sobre un sinfín de formas y multicolores destellos.
Santiago: junto a tus sentimientos concebías
caminos que estabas destinado a emprender, siempre cerca de la transparencia de
visiones capaces de convertirse en firmamentos de promesas.
Santiago: entre luces y sombras recorriste
muy diversos territorios. Pero fue el territorio de tu corazón el verdadero jardín
donde nacieron tus respuestas, el sitio de tu propio paraíso y tu rincón destinado
a cobijarte.
Santiago: la pureza de tus sentimientos
chocaba con la confusión de muchos desdibujados centros, con demasiadas
preguntas sin respuesta, con iniciativas desvaneciéndose en interminables
goteos desparramados sobre el suelo.
Santiago: sometido a la complicada
cadencia de un tiempo que te enfrentaba a la aspereza del mundo, nunca cejaste
en tu empeño por perseguir hasta el límite la razón de tus creencias, por hacer
realidad tu sueño de quimeras fuera del alcance de las miradas y comprensiones
de muchos otros.
Santiago: la imagen de un pequeño zorro
avanzando por entre las piedras que jalonaban un hermoso jardín silente, a la
sombra de bellísimos cipreses dormidos, me comunicó el símbolo de tu alma y tu cuerpo
armoniosamente reunidos en un ya definitivo y dulce sueño.