viernes, 6 de marzo de 2020

ESPERANZA

Esperanza: tiene que ver con imaginación, con el propósito de fortalecernos en un ideal. Nos pertenece en la medida en que seamos capaces de alimentarla. Es impulso, orientación, apoyo, respuesta; posibilidad de hacer, de proseguir, de entregarnos a la ilusión y a la potestad de crear. Es vitalizadora. Nos sostiene. Nos alimenta. Nos señala una manera de vislumbrar, de apostar por cuanto identifique nuestra visión de lo humano.
Actuamos movidos por una esperanza que dé un sentido a nuestros fines, valide nuestras acciones; nos fortalezca en la intención de superar retos, de apartarnos del pesimismo, de dibujar un significado a esos proyectos en los que -acaso desde siempre y tal vez inconscientemente- imaginábamos divisar la forma de un personal destino.
La esperanza legitima propósitos. No podría dejar de relacionarse con la realidad. Ella solo es posible en la acción, en los propósitos por cumplir. Carece de sentido en la sola ilusión o en la pasiva espera. Sola nunca ganará luchas, pero sin ella cualquier lucha flaquea.
Escogemos la esperanza y escogemos decirla; compartirla. Opción de vida y opción para nuestras voces: esas palabras que escogemos transmitir a otros. Con ellas comunicamos esperanza traducida en ciertas razones de nuestro tiempo individual y en ciertos ideales de convivencia.