Nos reconocemos en principios conquistados y en una mirada nuestra
que contempla el mundo para identificarse con él o para resistirlo. Nos reconocemos
individualmente frente a un tiempo compartido con otros muchos. Nos reconocemos
en esa voz, necesariamente singular, que, alternativamente, se acerca al afuera
o se aleja de él; que permanentemente gira alrededor de nuestra memoria y
nuestra esperanza, obligándonos a bautizar las comprensiones con ciertos
nombres propios.