La vida, la vida antes que todo, repite una y otra vez Nietzsche. Algo muy
parecido a cierta idea de Heidegger: somos los invitados a esta vida y siempre
se tratará de ser buenos invitados. ¿Cómo? Trasladando a nuestros imaginarios
cuanto nos resulte esencial entender y valorar. Ser huéspedes
agradecidos a través de nuestros aprendizajes: enseñanzas de verdades que nos
alimentan y caben naturalmente en la descripción de esos caminantes que somos;
huéspedes del mundo obligados a convertir nuestra existencia en diseño de
hallazgos, de elecciones, de propósitos, de compromisos…