Somos tiempo. Tiempo que nos construye. De
él nos nutrimos. En él nos definimos y transformamos. Dentro de él nos
proponemos aprender, y, junto a nuestros aprendizajes, sumar actos y obras. Concierne
a nuestro tiempo la realidad que nos rodea. En ella intervenimos. Tratamos de
“cambiarla” amparándonos en algún sueño, en algún propósito. Es un punto de
partida. No basta: es preciso darlo a conocer. De no hacerlo condenamos a
nuestras ilusiones a desaparecer en el vacío, desvanecidas en intrascendencia,
en nada. Nos obligamos, pues, a transformarlas en obras, realización, espacio
de encuentro con otros.