Cuanto hubiese podido salir mal en Venezuela
a lo largo de estos últimos veinte años ha salido mal. Solo permanece la
esperanza ante una salida plausible para el país. La
esperanza es siempre afirmativa; nunca ingenua. En esta hora, ella vive en la
ilusión por el rescate de ciertas voces esenciales: dignidad, independencia, justicia,
libertad, solidaridad, convivencia...
Recientemente leí que el continente
latinoamericano no podrá volver a ser el mismo tras lo sucedido en Venezuela.
Estoy de acuerdo. Muchas cosas nunca serán iguales. Mentiras ideológicas,
cantos de sirenas revolucionarios, el imaginario de rebeldes comunistas
convertidos, ya no en verdugos -como parecía ser lo habitual-, sino en simples expoliadores
de hasta los últimos resquicios de la riqueza de una nación… Tras el fallido experimento
chavista, acaso Latinoamérica -y el mundo entero, ¿por qué no?- vislumbrarán la
historia política de otra manera. Nunca más como itinerario regularmente construido
-¿destruido?- por esas tragedias culpables de tantos sufrimientos, miseria y
destrucción como fueron las revoluciones a lo largo del siglo XX, y, lamentablemente,
aún de este incipiente siglo XXI. Nunca más bajo la aceptación de los delirios
de iluminados redentores o fantoches mesiánicos; tampoco en versiones inspiradas
por dogmas ideológicos empeñados en convertir el pasado en pedagogía y el
porvenir en predicción insoslayable. Nunca más como derrotero banalizado sobre biografías
rodeadas de grandilocuencia. Nunca más como sucesión de desplantes grotescamente
verbalizados -sobre todo verbalizados- por algún inverosímil actor.
Se trata, se tratará, de entender la
historia política como construcción de esperanzas, luchas y creaciones de todos
los seres humanos; uno a uno. Se trata, se tratará de versionar una historia diferente
cuyo verdadero
significado resida en la paulatina búsqueda y la paulatina conquista de la
dignidad humana gracias a modos de convivencia más racionales y solidarios, más
justos y tolerantes; una historia cuyo sentido y valor se asiente sobre la
cotidianidad construida por los esfuerzos, anhelos e ideales que todos los
hombres y todas las mujeres sean capaces de asignarle.