viernes, 24 de mayo de 2019

IDENTIFICACIÓN CON EL MAL


En los aciagos días de la Segunda Guerra Mundial, Borges comentó en relación a los seguidores del bando perdedor, a los adoradores de los nazis y de su ídolo absoluto, Hitler, que tan extraña conducta solo podía explicarse a través de la curiosa propensión de ciertos individuos a identificarse con el mal; una muy extraña pulsión por admirarlo y, claro, imitarlo. ¿Qué lleva a ciertas personas a adherirse a cuanto de torcido, despreciable e inhumano puedan mostrar comportamientos y actitudes; a defender lo indefendible, a admitir lo inadmisible? Coincido con Borges: existe un lado oscuro en ciertos individuos, una propensión a solidarizarse con el mal; derivada, acaso, de prejuicios o, simplemente, de crueldad y estupidez. Una identificación entre la propia abyección y la abyección colectiva, una proyección de la íntima miseria sobre la miseria de otros, una coincidencia entre vergonzosos extravíos particulares y extravíos multitudinarios...