viernes, 8 de febrero de 2019

INTELECTUALES Y ALGUNOS INTELECTUALES




¿En qué se apoya o qué justifica el esfuerzo de un intelectual a la hora de comunicar pensamientos y convicciones, imaginarios y memorias? Solo se me ocurre una respuesta: la honestidad, la autenticidad; ambas relacionadas con una ética destinada a nombrar lo necesario, eso que resulta imprescindible a los hombres escuchar y entender.
El intelectual está obligado a pensar por sí mismo, a mantener vivo su propósito de entender, de valorar. Cerca, necesariamente cerca de sí, no puede sino aferrarse a su voz, expresión permanente de sus ideas. Pensamientos libres y voz libre para comunicar sus descubrimientos, sus comprensiones, sus convicciones.
En su trabajo Mínima moralia Thedor Adorno describe de una “moral del pensar” auspiciadora de una escritura compañera, testimonial; de alguna forma, expresión de la experiencia de vivir, de la memoria y el sentimiento, del sueño y la convicción, de la aprobación y la condena. Expresión de una conciencia empeñada en atisbar desde sí misma, en ordenar lo contemplado como una manera de organizar mejor la propia comprensión del tiempo y el mundo.
Sin embargo, abundan los intelectuales incapaces de pensar por cuenta propia; seres que, a la hora de asumir posturas y argumentos, se apoyan, en incomprensible sumisión, sobre razones ajenas, sobre ideologías o sistemas de pensamiento convertidas en fundamental referencia.
Negarse a ver la realidad con los propios ojos traduciéndola a partir de la mirada de otros, apoyar personales respuestas a la vida sobre precedentes ideas convertidas en  ortopedias de la propia razón es, sin duda, el más absurdo proceder de un intelectual, el más grotesco espectáculo de “pensadores” porfiados en negar la realidad en beneficio de alguna idea, en distinguirlo todo a través de la mediación de telarañas ideológicas.  
Si algo no podría nunca dejar de relacionarse con la imagen de un intelectual es el principio de libertad. Libertad de las ideas por sobre toda impuesta verdad, afirmación individual de la propia mirada, libre y siempre cercana al aprendizaje otorgado por la experiencia.