Recordaré aquí la que, acaso, sea una de las
reflexiones más válidas en relación a modelos de coexistencia social tolerante
y solidaria. Pienso en La otra voz,
uno de los últimos libros de Octavio Paz. En él desarrolla significativas
reflexiones acerca de los ideales políticos de la modernidad. Ante los grandes
lemas de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad, Paz se pregunta:
¿qué pasó con la fraternidad? El mundo ha conocido muy bien el ideal de
libertad privilegiada por sobre la igualdad; o de ésta dominando el principio
de libertad; pero hasta el momento nadie ha conocido una fraternidad que
hubiese significado la comunicación ética de los otros dos grandes ideales.
Fraternidad:
algo parecido a la caridad, muy semejante a la solidaridad y la concordia… ¿Qué
pasó con ella? La libertad tiene un contrapeso terrible en el desenlace de
mucho poder en manos de muy pocos. La igualdad, que, en principio, significa
igualdad de oportunidades para todos, frecuentemente concluyó en la existencia
de todopoderosos Estados policíacos exigiendo de todos los seres humanos
absoluta sumisión al siempre amenazante poder de algún partido o hacia la
carismática figura de un idolatrado personaje. Mientras el ideal de libertad
pudo llegar a corromperse en la iniquidad de una justicia diferente para unos,
los poderosos; y para otros, los desvalidos, el ideal de igualdad terminó
traduciéndose en el aplastamiento de toda forma de disconformidad. Entre el uno
y el otro, el ideal de fraternidad hubiese significado una respuesta ética
capaz de hacer menos cruel la injusticia de la “libertad” y la inhumanidad de
la “igualdad”.
Es el gran
desenlace de La otra voz: un necesario
sentido ético para el destino de la historia humana. Algo que Paz define como
un modo más “poético” de vivir, de comportarnos y de relacionarnos los seres
humanos unos con otros.