A Irma
La voz del amor nos permite distinguir más lejos de cualquier ahora. Acompaña revelaciones destinadas a ser certeza. Nos humaniza y fortalece, otorgando a cuanto nos rodea un sentido necesario.
La voz del amor nos lleva a
existir para alguien, ser parte del mundo de alguien, convertirnos en el mundo para alguien…
La
voz del amor dice que amamos porque escogimos una manera de residir y de crecer
dentro de un tiempo hecho entre dos. Nos comunica con
quien fuera parte de nuestra propia evolución. Nos dice que nuestros sentimientos
son verdad y son respuesta, y que hay algo de exacto y de hermoso en compartir
esos años que nos fueron construyendo.
Como todo en la vida, el amor está hecho de tiempo, y la voz del
amor nos lleva a descubrir, junto a un indudable otro, nuestro sentido
construido por el tiempo. Es el tiempo quien traduce nuestros significados; quien
los acrecienta y consolida; quien hace inconcebible la vida en ausencia de esa
mujer que escogimos amar; quien convierte la experiencia de vivir en humanísimo
sentido; quien nos hace agradecidos por haber sido amados por ella; quien descubre
para nosotros, en su rostro, argumentos definitivos.
El tiempo, y solo él, nos muestra el sentido del único camino
posible.
El tiempo, construido junto a quien construyera con nosotros su
propio tiempo, pertenece a la realidad que somos: irrenunciable compromiso de
nuestra libertad.
El tiempo va haciéndonos entender: hacia dónde dirigirnos, dónde
situar lo importante, cómo apoyarnos en lo irremplazable.
El tiempo dibuja los trazos del amor consolidado, fortalecido en
la forja de años vividos al lado de quien no podríamos abandonar sin traicionarnos.
Solo el tiempo y su memoria nos dicen que es verdadero y es bello
cuanto señale el aprendizaje de nuestra propia humanidad. Solo el tiempo logra
comunicarnos lo insoportable de una vida recorrida en soledad. Solo el tiempo
nos permite escuchar las cálidas entonaciones de esa voz que traduce para nosotros
el amor.