La sabiduría del tiempo nos dice que para distinguir las verdades
que realmente importan es necesario saber esperar; que el momento de las
revelaciones, del asentamiento de los aprendizajes solo llega cuando hemos
aprendido a valorar, a elegir, y tenemos ya mucho más claros rumbos y destinos acatados;
sabemos qué lugar nos pertenece y cuáles actos nos reivindican.