Construimos razones. En el cumplimiento de ciertos designios y en
cada una de nuestras horas, aún las más oscuras, vamos forjando nuestro rostro
caminante, distinguiendo retos por vencer y razones por conquistar.
Aprenderemos a no debilitarnos por rencores o sospechas, y a reconocer el
sentido de cada una de nuestras batallas. Nos propondremos ser maleables frente
al tiempo, aceptando que hay errores irremediables y espacios definitivamente cerrados
para nosotros. Convertiremos en nuestro mayor reto el vivir cerca de nuestros
propósitos. Desconfiaremos
de la inconclusión de los propósitos, de los pasos inciertos, de las
interrogantes nunca respondidas, del penoso tiempo de las negaciones.
Desconfiaremos de la voluntad sin norte, de la falta de ilusiones, de la
carencia de compromiso, de los innecesarios apresuramientos, de la falsa
inspiración, de la ingenuidad incapaz de reconocerse a sí misma, del
resentimiento debilitador, de la fragilidad sin contrapeso, de la atolondrada
rebeldía, del inconformismo volcado sobre sí mismo, del incesante desaliento,
de la mórbida apatía…
Al margen de muchos despropósitos
y paradojas viviremos miedos y sospechas, certezas y
esperanzas. Iremos escribiendo nuestra historia al lado de las verdades que nos
conciernen. En lugares inusuales –inusuales para los demás, claro- nos
sobrepondremos a muchos días informes. Descifraremos alternativas a mucha
áspera anécdota y a mucha tediosa rutina. Empeñados en no extraviar ni
desperdiciar ningún esencial argumento aprenderemos a sostenernos en la
autenticidad de nuestras búsquedas. Permaneceremos fieles a ilusiones en las
que construirnos y reconstruirnos, entendiendo que muchas cosas deberán
quebrarse o desaparecer antes de poder reconocer su genuino valor, su
fundamental importancia. Dependeremos siempre de un porvenir con forma de signo
de interrogación.
Alcanzaremos a percibir la armonía a nuestro alrededor y en
nosotros mismos. Entenderemos que la plenitud, la felicidad requieren de un
acuerdo entre nuestro mundo y el universo que cercanamente nos rodea. Desconfiaremos
de voces como “triunfo absoluto”, “logro definitivo”, “perfección”, “éxito”… Propenderemos
a escuchar voces que de lejos nombren nuestras horas. Solo bajo la forma de lo
continuo nos aventuraremos en el tiempo tratando de no quebrar sus hilos.
Continuidad: flujo sostenido hacia una forma de destino, de meta, de
conclusión.