Toda imagen de centro señala el lugar principal por excelencia:
verídico, real; cobijante sitio protector donde guarecernos del tan a menudo
amenazante afuera.
Un centro: verdad, realidad, hallazgo; también apaciguamiento y
sosiego. Siempre resulta necesaria la visión, la perspectiva de un centro.
Comprender, valorar, sentir a partir de esa noción de lo centralmente
significativo, de esa territorialidad poseedora de un central sentido.
Nuestro centro: sitio que, además de espacio, es, también,
temporalidad: tiempo y espacio irreales -no ficticios: irreales-, que responden
a nuestro deseo y nuestra voluntad de colocarnos en un lugar donde nuestros
argumentos tengan cabida. Nuestro centro es -debería ser- compromiso,
finalidad, propósito. Sitio desde donde distinguir el afuera y predecirnos ante
algunos de sus infinitos signos.