viernes, 21 de noviembre de 2014

ENSEÑAR

Enseñar en el diálogo, en el encuentro de opiniones, desde la persuasión… El maestro comunica verdades en las que cree y a las que apuesta por sobre cualquier otra cosa.
Lo que requiere el diálogo entre maestro y alumno es la certeza y la fe de aquél en esos valores que transmite.
Diálogo para enseñar aprendizajes, para buscar respuestas, para reunir versiones y visiones.
Aprende el discípulo de su maestro y aprende éste de aquél. Aprende al tiempo que enseña desde sus certidumbres y respuestas, pero también desde la duda y la crítica. Su lenguaje, estímulo para el diálogo, abre las puertas a la posible discrepancia y, sobre todo, a la curiosidad.
La palabra hace del maestro autoridad. Su voz misma es potestad destinada a comunicar experiencias a las que nada es más contrario que los estereotipos y los dogmas.
La fuerza y el alcance de la voz del maestro precisa del escenario correcto y de la oportunidad precisa. Fuera de su lugar y su momento, corre el riesgo de ser incomprendida.
El maestro no solo es escuchado, también es visto. Se lo oye y se lo ve. Su palabra se acompaña de cierta teatralidad. Es, de hecho, algo narcisista; lo que, en modo alguna la califica de aparatosa, frívola o superficial. Es, simplemente, una voz que se propone captar la atención de quienes la escuchan. Voz surgida de la circunstancia que la requiere; voz de la pasión y del criterio, de la convicción y la tolerancia; obligada a un necesario equilibrio entre el énfasis y la mesura: a veces, comedida, en ocasiones, enfática: tonalidades las dos igualmente justas.
Al contrario de lo que dice el adagio, a la palabra del maestro no “se la lleva el viento”: permanece. Lo que dice, aquí y ahora, está destinado a perdurar allí y después.
Opinar, valorar y enseñar a valorar forman parte de lo que el maestro debe ser.
El maestro entiende la enseñanza como transmisión de conocimiento de vida y para la vida. Entiende, también, que todo forma parte de la misma aventura de aprender y de aprender a aprender.
Al educar el maestro enseña al discípulo a encontrarse con el mundo, con los otros, consigo mismos…