Desde su
nacimiento, las universidades tuvieron clara conciencia de su designio: ser
formadoras de individualidades. La universidad simbolizaba el mérito de la
inteligencia; intelecto como fuerza y herramienta de poder. El espacio universitario
supone el encuentro de maestros y discípulos: unos guían y otros aprenden y
obedecen. La dignidad del maestro reposa en su sabiduría. El saber se apoya en
la inteligencia y en la experiencia. Ambas, afirman el "derecho"
natural del sabio: su autoritas. La autoritas académica es la fuerza del
prestigio, la potestad del hombre que conoce, que ha visto, que ha vivido; del hombre
que sabe.