Escritor, ensayista, poeta y docente venezolano. Ganador del Premio Nacional de Ensayo Mariano Picón Salas del Ministerio de la Cultura de Venezuela en 1992, fue miembro del jurado de dicho premio en la edición de 1993. Igualmente fue miembro del jurado del Premio Internacional de Cuento Francisco Herrera Luque y Presidente del I Congreso de Legislación Cultural Municipal, realizado en en febrero del año 1993 en la Universidad Simón Bolívar.
jueves, 2 de agosto de 2012
¿CÓMO NACIERON LAS PALABRAS?
¿Cómo nacieron las palabras? ¿Son producto de un arbitrario
acuerdo de las colectividades humanas o, por el contrario, forman parte de un
orden natural de las cosas? Tempranamente, en Grecia, origen de tantas
explicaciones y desciframientos humanos, las dos tesis se enfrentaron. Para el
mundo antiguo y para los griegos, las palabras eran un sustituto de lo
nombrado, un reflejo de las cosas. La palabra, más que un concepto, era una
representación. Pronunciar un nombre significaba aludir a la cosa nombrada, con
todas sus cualidades esenciales. La palabra cobraba, así, valor de cosa y el
mundo de los nombres y el mundo real se hacían una unidad. En su diálogo Cratilo, Platón opuso a esta visión la
de la arbitrariedad. En el diálogo, dos personajes, Hermógenes y Cratilo,
contrastan sus puntos de vista. Hermógenes defiende la idea de que las palabras
sean el producto de una convención. "No puedo convencerme –dice- que la
rectitud del nombre sea otra cosa que acuerdo y convenio. me parece que el
nombre que se atribuye a una cosa es el nombre justo, y si se le cambia por
otro y se abandona al primer nombre, el último nombre no es menos justo que el
primero". Cratilo, por su parte, apoya la idea de una relación natural
entre las cosas y los nombres. "¿Qué poder -le pregunta Sócrates- tienen
para nosotros los nombres?". Y la respuesta de Cratilo es contundente:
"quien sabe los nombres sabe las cosas". Para refutar los argumentos
de ambos, el personaje de Sócrates (el propio Platón) extrema ambas interpretaciones
llevándolas al absurdo. Si las palabras fueran producto de una convención
totalmente arbitraria, entonces cada individuo o cada sociedad, en algún
momento, podría cambiarlas a su antojo. Pero, por otra parte, si las palabras
fuesen el reflejo exacto de las cosas, entonces el mundo todo podría duplicarse
en las palabras. Sócrates-Platón apunta su propia conclusión: ni
convencionalidad absoluta ni duplicación. Las palabras son convenciones que
obedecen a una norma. La existencia de la norma permite considerar a las
palabras como "correctas", porque, a pesar de haber sido
originalmente producto de un acuerdo arbitrario, su uso las fue convirtiendo en
ley. Así, lo que alguna vez fue convención, comenzó a imponerse como naturaleza
que ninguna voluntad, individual o colectiva, podría cambiar.