En toda sociedad existen formas
de vacío entre un deber ser
establecido por los imaginarios colectivos y el ser real de esa colectividad
dentro del tiempo. En nuestras sociedades latinoamericanas más que de vacío
podría hablarse de insuperable abismo, de infranqueable grieta. Realidad e
ideal quedaron irremediablemente separados desde el comienzo del tiempo
latinoamericano. Nos acostumbramos a desconfiar de nuestros sistemas: los
usamos para subsistir, para perdurar, para continuar, para mantenernos, para medrar,
para ocultarnos. Sobrevivimos en ellos sin creer en ellos. Nuestra experiencia
nos condujo a la rutinización de la desconfianza. Nos acostumbramos al recelo y
a la suspicacia.