martes, 6 de diciembre de 2011

EL MUNDO: A VECES, CERCANO; OTRAS, LEJANO, LEJANÍSIMO...


El mundo: a veces, cercano; otras, lejano, lejanísimo. En ocasiones, familiarmente comprensible; otras, indescifrable, amenazador incluso. Me supera. Me desconcierta. Me abruma. Lo vivo: aceptándolo o padeciéndolo, rehuyéndolo o enfrentándolo. Acompaño su armonía o confronto su rigor desde el lugar de mi conciencia: ese sitio donde todo pasa a hacerse significado; más que un espacio, una paulatina e interminable construcción.

     El mundo va por su lado y mis comprensiones de él por el suyo; pero estoy forzado a apoyarme en mis comprensiones y entender las cosas desde mi perspectiva. Item perspectiva era una voz latina que significaba “mirar a través”: noción relacionada con la natural abstracción de la mirada; pero, sobre todo, con una manera de ver las cosas desde nosotros mismos: desde eso que es y ha sido nuestro tiempo, desde los recuerdos de nuestras vivencias y de tantas y tantas paradojas como las que habitan en nuestro espíritu.

     Una aceptada definición de eso que se llama paranoia es la de acogernos, a la hora de tratar de entendernos con el mundo, a un sistema personal de interpretaciones hecho de recuerdos, espejismos y obsesiones. El paranoico toma la realidad y la introduce en el diseño de sus miradas, deformándola en beneficio de su individual manera de entender. Cabría concluirse que todos los seres humanos tenemos algo de paranoicos, o que sin cierta dosis de paranoia, nos sería absolutamente imposible la supervivencia.