El gran pez (2003)
película de Tim Burton, realizada como un tributo de éste a su padre, fallecido
poco tiempo atrás, construye su trama alrededor de la voluntad de un individuo
por convertir su imaginación en reconciliación entre su tiempo real y el tiempo de sus fantasías; invención de un significado para los
días vividos, y una forma de vivir de acuerdo a ese significado. En el
momento presente de la historia, su protagonista, un anciano enfermo de cáncer,
agoniza; y su hijo decide compartir con él sus últimos días. La anécdota dibuja
la difícil relación entre un padre que vivió siguiendo siempre la inspiración
de sus sueños, y su hijo, siempre escéptico ante éstas. La desaparición física
o decadencia de nuestros padres nos golpea con terrible fuerza. Que esas
figuras tan íntimamente próximas y que tantos espacios ocuparon en nuestras
vidas, desaparezcan o vaya desapareciendo paulatinamente, nos confronta
cruelmente con nosotros mismos. Fueron un punto de partida, un necesario
referente; podemos percibirnos como su reflejo o su antinomia, pero siempre
será esencial la relación que establezcamos entre sus figuras y las nuestras.
En El gran pez, el hijo termina por descubrir que su padre, ese ser que
tanto antagonizó, logró, a fin de cuentas, alcanzar el más extraordinario de
los ideales: construir su vida según el diseño de su imaginación.