Dioses menores, incapaces de conjurar el último beso de la tierra,
de reiterar la falacia del primer hijo ofrendado al universo,
de exorcizar la inercia de tanto ángel incapaz,
de interpretar señales que son el reflejo de un alma,
de legitimar sentimientos que regresan una y otra vez sobre sí mismos,
de atestiguar los antes y los ahoras que todas las cosas acercan y todas las cosas separan,
de describir tanta pantomima incapaz de una genuina forma de fe,
de purgar lugares donde todo se ha vuelto apiñamiento y confusión...