viernes, 26 de marzo de 2021

 

    Nos acercamos al desorden universal desde un orden propio -o, eventualmente, también desorden; desorden interior: eventualmente fecundo en sus contradicciones y expectativas-. Frente al sentimiento de lo arbitrario o caótico a nuestro alrededor nos imponemos la protección de un orden que, a la vez que nos limite, nos fortalezca y afirme. Un orden donde nos relacionarnos con las cosas de acuerdo a cómo las percibimos o nos interesamos por ellas. Un orden que, en medio de esa continuidad que somos, nos describa en una simetría de propósitos y acciones.