El
tiempo de la supervivencia es el del equilibrio en medio de lo precario, el de
la previsión ante lo inesperado, y el de la necesariamente lúcida vulnerabilidad.
Vulnerabilidad:
acaso la más común de las sensaciones al interior de los espacios marcados por
la desorientación y la incertidumbre; lugares donde solo somos capaces de aferrarnos
a nuestras memorias y convicciones, a nuestras particulares irrealidades y, por
supuesto, a nuestros más esenciales espejismos.