Existen palabras, alguna vez dignas, referenciales o
creíbles, convertidas con el paso del tiempo y el peso de la historia en absoluta
ignominia. Una en particular: “Revolución”, permanece, hoy, pervertida en caricatural
estereotipo; asociada a fracaso, corrupción, ineficacia, tortura, persecución,
intolerancia, crueldad, torpeza infinita… Sobre ella recaen todos los terribles
fiascos de las distopías políticas. Se la relaciona con inhumanidad y, en
general, con cuanto contradiga toda válida forma de convivencia humana.
Para los libros de historia permanece la voz “Revolución”
en el descriptivo dibujo de ciertos hitos históricos de los siglos XVIII y XIX:
la Revolución Francesa, las revoluciones de independencia americanas; pero, hoy
día, y prostituida por tantos contemporáneos “revolucionarios” que la
pronuncian interminablemente, ella traduce naciones dominadas por personajes y
grupos protegiendo con dientes y uñas sus privilegios, siempre a costa del
sufrimiento y la inopia de una población víctima de los “logros
revolucionarios”.
La Revolución Soviética, transcrita en stalinismo y
goulags; la Revolución China, en la tragedia del “Salto adelante” del camarada
Mao y la grotesca “Revolución Cultural” de la “banda de los cuatro”; el norte
de Corea, en la entronización de una familia gobernante del país; la caribeña Revolución
Cubana, en idéntica reiteración del imaginario de Corea del Norte, con dos
hermanos amos de su isla por sesenta
años; y, por último, en la muy significativa “Revolución Bonita”, “Revolución Bolivariana”,
“Revolución del Siglo XXI”, “Revolución Chavista” venezolana, con un país
arruinado, sin luz ni agua ni alimentos ni medicinas, y millones de venezolanos
hurgando en las basuras de sus principales ciudades o huyendo lejos de las
fronteras nacionales.
Corrompida por la historia reciente y presente, la palabra
“Revolución” carga sobre ella la condena de un tiempo que la vio corromperse en
la voluntad y en las perversas acciones de gobiernos, gobernantes y sistemas;
dibujada en esa trágica mentira con que la contemplamos hoy, pervertida ya para
siempre su memoria en la sensatez humana.