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La única forma de convivencia que, como seres humanos
precisamos y merecemos, ésa en la que la que cuenta sobre todo el desarrollo
del potencial de cada individuo en tanto punto de partida para el beneficio de
todos, no podría ser sino la convivencia democrática. Ella significa la humanización
de la política, entendida siempre en función de lo asociativo, de lo
integrador; sustentada en el pluralismo, en el respeto a
la dignidad individual y apoyada sobre
una razón ética que jamás acepte que el fin podría justificar los medios.
El ideal
democrático va mucho más allá de un determinado sistema de gobierno. Es una visión
de mundo, una manera de entender la vida, una forma de relacionarnos los seres
humanos unos con otros. Es una decisión que la sociedad toma sobre sí misma y llega a impregnarlo
todo: individual y colectivamente. En lo individual, tal decisión se alimenta
de la
autonomía de los individuos; en lo colectivo, se relaciona con la protección de todos y el respeto a la dignidad de todos.
La democracia es la única
forma de gobierno que no limita las ideas y exige la participación responsable de sus ciudadanos. Solo ella logra suministrar el
marco institucional para la reforma de las instituciones públicas. Entiende
que la convivencia humana solo se hace realidad en el establecimiento de leyes
acatadas encaminadas hacia un solo
objetivo posible: alcanzar el bien común para la gran mayoría de los
ciudadanos.
Ante
todo, la democracia nos enseña que el poder no es
absoluto y es siempre preciso dudar de él: criticarlo, denunciarlo en sus
excesos. A la larga, todo poder corrompe y el poder absoluto corrompe
absolutamente. Cada vez que permitimos la impunidad del poder, llega la
corrupción del poder. La visión de
que siempre será posible deshacerse de malos gobiernos a través de elecciones
periódicas hace que toda democracia, no importa qué tan imperfecta pueda ser, resulte mil veces preferible a cualquier otra forma de gobierno.
La temporalidad del poder, la alternancia de los gobernantes, la
potestad de deponerlos cuando no lo hacen bien o empiezan a hacerlo terriblemente
mal es y será siempre la inmensa fortaleza de la democracia.