Nietzsche definió
certeramente una de las principales máximas del camino: “lo que no te destruye
te fortalece”. Si no es destruido y logra continuar su marcha endurecido por la
superación del error o la asimilación del fracaso, el caminante se afirmará
sobre experiencias traducidas en aprendizaje.
Fuerza del
caminante capaz de extraer del camino cuanto pueda enriquecerlo.
Afortunado el
caminante que logre reunir certeramente arrojo y lucidez.
Construir para
luego destruir: pesada carga del caminante torpe o demasiado seguro de sí
mismo.
Opuesta
a la imagen del caminante está la del transeúnte. Mientras aquél ha sabido
otorgar un sentido a su tiempo y un significado a cada uno de sus itinerarios,
el transeúnte no es sino un dilapidador de tiempo; un sumador de desplazamientos
que son desordenada acumulación de eventos, pasos y actos.