Mi voz: signo de mi tiempo, del tiempo que soy o me propongo ser.
Me acompaña. Me distingue. Me ubica. Me define. Me oculta a la vez que me
señala. Me acerca al afuera y me refugia en mis adentros. Me compromete con sus
significados. Su evolución es mi evolución; su silencio, mi mutismo y mi
derrota. Con ella conjuro la permanente amenaza de la confusión o el desamparo.
Me ayudo con ella a encontrar -y a confirmarme en- un sentido para el camino.
Junto a ella convierto
mis cielos e infiernos en referencia, doy forma a mis
recuerdos, trato de responder a la interminable pregunta que soy...