martes, 17 de noviembre de 2015

HABLÓ NIETZSCHE...

Habló Nietzsche de ese sitio personal e íntimo que vamos construyendo a lo largo de nuestra vida y que termina por convertirse en una mezcla de cobijante morada y prisión; espacio desde contemplamos el mundo que nos rodea e íntimamente vivimos dentro de ese universo que somos o creemos ser. Guarecidos en nuestro centro, en esa morada limitadamente nuestra; lugar que es, a la vez, fortaleza y atalaya, miramos hacia el afuera tratando de entenderlo, de sobrevivirlo, de crecer en él.
Mi espacio, mi centro: sitio esencialmente construido por mi tiempo; por ese tiempo dibujado por mi memoria. Soy lo que es mi memoria. Ella da forma  a mi existencia, a mi percepción sobre la existencia. A veces acicate, a veces desaliento, en ocasiones arbitraria, la memoria es siempre ilustrativa. Incluso, en su imposición de ciertos recuerdos, pareciera cobrar vida propia. Al tiempo que nos acompaña, ella no cesa de confrontarnos con nosotros mismos; en ocasiones trayendo hasta nuestro presente recuerdos que preferiríamos olvidar. Otras, por el contrario, reafirmándonos con firmeza en ese ahora donde nos encontramos. Opuesta a la memoria, la desmemoria es el desvanecimiento de los días y los propósitos, la proliferación de silencios y vacíos, el debilitamiento de nuestra conciencia.
La memoria me apoya en ese conocimiento que, esencialmente, me pertenece, que no puedo darme el lujo de perder. Sabiduría surgida de mis recuerdos, de mis preferencias, de mis comprensiones, de mis vivencias, de mis ilusiones, de mis espejismos. Saber construido por la vida, por esa suma de vivencias que fui, que soy, que seré.

Dentro de mi memoria fui construyendo en el transcurso de los años unas serie de asideros: verdades íntimas, absolutamente personales que me ayudan a entenderme con el mundo y con los otros; pero, acaso muy principalmente, conmigo mismo. Mis asideros son razones que me protegen y, a la vez, me comprometen. Son formas que se consolidan en mi experiencia, permitiéndome avanzar por entre obstáculos y derrotas, ayudándome a enfrentar el tiempo y la soledad del tiempo.