Hay diversas clases de espejismos. Están los necesarios, los
afirmativos, los sustentadores. Y existen, también, los otros: los negativos,
los que nos sumergen en lo inhóspito, lo trivial, lo indeseable; espejismos falaces,
desvanecedores… Se trata de identificar unos y otros, de aprender a elegir los
necesarios; acogiéndonos a los que nos rescatan huyendo de aquellos que
pudieran perjudicarnos, o, incluso, llegar a destruirnos.
Generalmente enfrentada a los espejismos, se halla la revelación:
intensa, luminosa, desconcertante. Rara vez nos engaña. Muchas veces mutable en
palabra, voz nuestra, somos capaces de iniciar, gracias a ella, nuevos tiempos; de proponernos conquistar diferentes espacios, de rehacernos tras mucha aspereza y demasiado
escenario insuficiente. Las revelaciones nos construyen, nos llevan a reconocernos
mejor a nosotros mismos, a vislumbrar más lejos, a divisar con mayor claridad…