El maestro entiende la enseñanza
como comunicación de conocimiento: de vida y para la vida. Entiende, también,
que todo forma parte de la misma aventura de aprender y de aprender a aprender.
Al educar el maestro enseña al discípulo a encontrarse con el mundo, con los
otros, consigo mismos…
El
maestro debería usar su voz para expresar, más que sus pensamientos, una manera
de pensar: genuina, siempre auténtica, entregada a una honesta finalidad por
decir aquello que no podría dejar de ser comunicado. Para el maestro, más que
de estar demasiado seguro de sus certezas se trata de expresarlas al lado de
la autenticidad de pensamientos surgidos del silencio, de un monólogo que
tiene como destino esencial hacerse diálogo, comunicación con otros. El maestro
empieza por hablarse a sí mismo antes de hablarle al
afuera, a esos otros que en el afuera escuchan.