Tempranamente afirmé
mis pasos en rutas donde necesitaba sobrevivir, crecer…
Al margen de casi
todo, empeñado en comprender solo lo necesario, fui dibujando con los colores
del arcoiris algunas conclusiones.
Aprendí que necesitaba
de la distancia: ante casi todo, frente a casi todos. Solo así podría distinguir
lo justo; solo así conquistar explicaciones, vislumbrar respuestas, traducir
asombros…
Me asombraron
visiones para las que no estaba preparado.
Renací en
algunas frágiles diferencias mientras muchos imaginarios transformaron para
siempre personajes y roles.
Me acerqué a la ventura y a la
desventura, y entendí que era frecuente el arrepentimiento cuando éste ya
carecía de sentido; aprendí que las cosas dejadas atrás no vuelven, que
únicamente poseen el sentido de enseñarnos a distinguir nuestro propio rostro.
Y supe que aceptar ese rostro era una expresión del afortunado azar, el
significado de muchos albures dichosos.