Protegido por el metal o la calidez de voces descubiertas y redescubiertas,
me resguardo en esas palabras que convierto en atalaya desde
donde mirar sin riesgo hacia el afuera.
Y escribo para acercar mis ilusiones y mis interminables
asombros al ritmo de ese tiempo que soy.
Me propongo nombrar la vitalidad de los días,
de algunos de ellos, al menos;
cubrir con voces mucho espacio roto,
colorear ciertos signos dentro del territorio de mi tiempo.