Arrepentimiento, remordimiento:
voces que ocupan mucho espacio y aparecen cuando menos lo espero; siempre como al acecho, inseparables recurrencias de
punzantes recuerdos.
Signos que se niegan a desaparecer.
Evocan errores cometidos.
Inútil tratar de borrarlos, sólo
cabe esperar que el tiempo los extinga.
Pero el tiempo es caprichoso y rara
vez complace mis deseos.
Quedo, pues, a merced de esas
señales empeñadas en no ignorarme.
El muy racional propósito de ser yo
quien las ignore es muy difícil de cumplir; y, así, enquistadas en el día a
día, prosiguen contaminando ilusiones y proyectos.