Escribo para afirmar algún pronombre personal,
alguna deificación,
alguna quimera,
ciertas ilusiones que necesito nombrar en voz baja.
Escribo para dibujar creencias,
crear siluetas en medio de cercanías a las que me aferro,
llamadas a perdurar o a desvanecerse.
Escribo en horas sucesivamente seductoras para decir
promesas que podré o no podré cumplir.
Escribo para, al final del día, de todos los días,
sostenerme en la certidumbre
de algún descubrimiento o por la secuela de miradas que se hicieron
transparencia o por revelaciones capaces de sostener mis más necesarios
espejismos.