No sabemos como
vamos a reaccionar ante eso que de pronto llega y nos desconcierta. Todas las
precauciones que pudimos tomar fueron pocas. Nos queda tener el ánimo de enfrentar
los nuevos retos, proponernos actuar sin contradecirnos dentro de esos nuevos
escenarios que repentinamente aparecen y proseguir el camino aunque se desdibujen
nuestros viejos planes. Nada está escrito. Todo permanece por hacerse. El
camino, incesantemente, cambia. Nos sorprende. Nos desconcierta. Nos
desmoraliza. Nos atemoriza. Fortalecernos en él será aprender responder ante lo
sorpresivo; aprender a no sorprendernos, sólo así podremos desenvolvernos mejor
en el camino. Una meta: predecirnos en nuestras respuestas, en nuestros
comportamientos; prever nuestras reacciones ante las situaciones que nos
envolverán y nos vulnerarán. Tratar de conjurar, como sea, la vulnerabilidad
que nos acecha en el camino. Vulnerabilidad creciente en la indescifrabilidad posible
nuestras reacciones, de nuestras respuestas ante el camino.