Hace
algunos años, al responder por escrito un cuestionario sobre los significados
que la lectura había tenido para mí, dije: “Mi aprendizaje lector fue arduo y
contradictorio. En mi juventud recuerdo haber frecuentado muchos autores
mediocres. Cuando leo las referencias de escritores a los libros que
tempranamente comenzaron a acompañarlos, no deja de admirarme la impecable
pulcritud de autores y libros recordados. No fue mi caso: mi aprendizaje
literario llegó muy lentamente y, sobre todo, a partir de la experiencia de los
años universitarios.” No estoy seguro de que hoy contestaría de la misma
manera. ¿Hasta qué punto pueda hablarse de lecturas más o menos “dignas”? Creo
que todas contribuyen a forjar un particular nexo entre nosotros y las voces.