Una obra de
arte, dijo Heidegger, es ese acontecimiento
capaz de permitir a algún espectador entender una verdad esencial; de hacerlo
discernir en ese espacio estético que contempla una expresión que lo acerque a
su propia humanidad, una respuesta a ese diálogo que no podría dejar de
emprender ni con el mundo ni consigo mismo, una versión capaz de hacerse punto
de vista inseparable de su propia percepción individual.