sábado, 12 de mayo de 2012

EN CIERTAS OCASIONES, ALGUNAS OBRAS DE ARTE...

     En ciertas ocasiones, algunas obras de arte logran expresar ciertos signos centrales del tiempo que las rodean. En el más célebre de los trabajos de Edvard Munch, El grito, una figura con la boca desmesuradamente abierta, se cubre los oídos con una expresión de angustia y terror en su rostro deformado. El grito, pintado como alguna vez dijera el propio Munch, a partir de un propio “infierno interior”, pudo acercar ese infierno personal de un solo individuo a la posible condición infernal de la Humanidad toda. Con El grito, Munch nos mostró a todos los hombres un mundo de paradójicos espacios vacíos y agobiantes, en los que, solitariamente, junto a infinitos otros, nos aplastamos entre todos.