El lenguaje de la poesía postula
una de las más auténticas formas de conocimiento: el que intuye las distintas
verdades contenidas en cualquier afirmación, el que insinúa la infinitud de lo
ignorado junto a la ínfima realidad de lo realmente conocido. Por la palabra
poética el hombre reencuentra el universo dentro de sí mismo y acerca la
infinita vastedad exterior a su individual experiencia; y tiende a descubrirse
a sí mismo como una parte de la totalidad, apenas ínfimo eco de la realidad
universal. Existen verdades que sólo la palabra poética puede nombrar,
descubrimientos y revelaciones que únicamente ella es capaz de comunicar.
Propende a lo dubitativo y lo circunstancial. Predica el conocimiento del
tiento, el de los aprendizajes siempre inconclusos, el de los interminables
añadidos, el de los eslabones encadenados en una sabiduría que está hecha de
una inacabable suma de incertidumbres. El saber poético es humilde porque la
incertidumbre está condenada a serlo. Nos obliga a la mesura y a la cautela.