miércoles, 9 de noviembre de 2011

CUENTA MIRCEA ELIADE...


Cuenta Mircea Eliade la anécdota de un rabino que soñó que en un lugar extraño, lejos de su hogar, hallaría un maravilloso tesoro. Se encaminó hacia ese sitio y encontró allí un guardián que le dijo haber tenido el mismo sueño: la visión de un tesoro aguardando por él, oculto en la casa de un rabino. Regresó el rabino a su hogar y, tras mucho buscar, descubrió que, efectivamente, enterrado en el suelo de su hogar, se hallaba el tesoro. La lección que extrae Eliade es clara: fuera de nosotros, en lo exterior, podemos llegar descubrir verdades que nos conciernen y nos permiten conocernos.

Conocernos: inicio de todo genuino saber, de cualquier forma de verdadera sabiduría. “¡Conócete a ti mismo!” fue la inscripción que los Siete Sabios de Grecia ordenaron colocar sobre el frontispicio del templo de Delfos. Conocernos antes de emprender nuestros recorridos por el afuera, conocernos antes de conocer. Conocernos y reconocernos, por ejemplo, en los espacios del arte; naturalmente expresivos, ellos nos hablan. Los escuchamos desde lo que somos. Penetramos en sus sentidos al convertir sus imaginarios en imaginarios nuestros.

Como en la anécdota de Eliade, la contemplación de una obra de arte puede tener el efecto de acercarnos a nosotros mismos, a nuestras verdades; también puede ayudarnos a descubrir verdades que existen desde el comienzo del tiempo humano pero que a cada quien  toca descubrir a su manera. La obra de arte, producto de la experiencia humana de ese artista que la creó, se entreteje, así, con la experiencia de quien, en íntima comunicación, la contempla. Ella logra transmitir una sabiduría humana, real, apoyada en vivencias, en experiencias vividas; por ello, puede ayudar a quien la contempla a convertir su comunicación con la obra en comprensión de sí mismo, en diálogo con su propio tiempo; posibilidad de reencontrarse con su humanidad y de acercarse a sus más humanas comprensiones. La obra de arte nos permite conocernos. Ella se comunica con nosotros desde su especificidad, sí, pero también desde nuestra historia. Y descubrimos en ese espacio estético que nos atrae verdades que nos acercan a verdades propias, interpretaciones de nosotros mismos desde lo que ha sido y es nuestro tiempo.