Existe en Montaigne la idea de que cada individuo encarna en sí a la Humanidad entera. Algo parecido dijo Schopenhauer: el destino de la humanidad concierne a cada quien y el de cada quien concierne a la humanidad toda. Las miradas de los hombres suelen reproducir las miradas de sus épocas, relacionarse estrechamente con eso que su realidad les enseña a distinguir.
Muchas verdades de nuestros días parecieran relacionarse a dos cosas: falta de memoria y ausencia de esperanza. Así, el pasado pierde importancia y su recuerdo es sustituido por un presentismo hedonista. Por su parte, la falta de esperanza significa la entronización de verdades de desaliento e incertidumbre. Sin saber hacia donde nos dirigimos y sin creer en el significado de las acciones que nos permitan dirigirnos hacia algún lado, los seres humanos ignoramos el destino que nos aguarda; o, en todo caso, sospechamos de su fiabilidad. Esas mismas desalentadoras verdades nos arrastran, individual y colectivamente, hacia la confusión. “La confusión será mi epitafio” rezaba el estribillo de una de las más conocidas canciones de un grupo musical de rock de los años setenta, King Crimson. Confusión como mediación de cuanto vislumbramos en el presente y el porvenir; también como secuela de la disolución de muchísimas creencias e ilusiones. Inmersos en una realidad impredecible, todos buscamos la seguridad de certezas que nos permitan conjurar la percepción de vulnerabilidad que caracteriza a tantas miradas humanas en nuestros días.
En lo individual, asociamos vulnerabilidad con madurez. Los jóvenes raramente la reconocen en sí mismos: no han vivido lo suficiente. Somos vulnerables, de niños, al vivir en medio de la inconsciencia; lo somos cuando, adolescentes, nos asumimos demasiado céntricos y apostamos muy contundentemente a la veracidad de algunas poquísimas respuestas grandilocuentes y ruidosas; seguimos siéndolo, a lo largo de nuestra existencia, cada vez que nos creemos solitaria y soberbiamente capaces de enfrentar retos que, acaso, nos superen. Son vulnerables muchísimos seres solitariamente rodeados de demasiados rostros, aislados en medio de lo muy saturado o muy confuso. Es vulnerable la soledad de quien no logra distinguir más allá de sus pasos ni escuchar otra voz que la suya. Colectivamente, es vulnerable un mundo humano que le teme al futuro porque le horrorizan los posibles desenlaces de su presente, porque desconfía de sí misma.