domingo, 17 de abril de 2011

QUIZÁ LAS GRANDES EXPERIENCIAS DE LA VIDA...

Quizá las grandes experiencias de la vida no sean, a fin de cuentas, sino el descubrimiento de algunas palabras: amor, ideal, felicidad... Escribir la palabra amorosa presupone la comunión de los cuerpos, el fascinante hallazgo del otro opuesto. La palabra del ideal encierra la trágica contradicción de lo inalcanzable. Escribir el ideal es perseguir las monedas de oro que aguardan al final del arcoiris; acariciar la intención del espejismo maravilloso; acosar sueños que, una vez tocados, concluyen al despertarnos. Las palabras felicidad y serenidad son las del final del camino. Las aprendemos tarde. Saber vivir es saber pronunciarlas; haber aprendido de ellas la dicha y el aplomo; haber logrado disfrutar esa única posible felicidad hallada en brevísimos fragmentos, chispazos únicos. Existen, por último, las palabras colectivas: tradición, religión, Dios, patria... Palabras en cuya devoción comulga la tribu, términos deificados en el sueño y en la fe de muchos o de todos, nombres escritos en el ancho designio de la historia común del hombre.